Los 16 millones de opositores

Además de la tristeza y enojo que es natural en una derrota catastrófica, en la oposición mexicana hay mucha gente decepcionada, pero vale la pena detenerse un momento y ver los números con frialdad. De acuerdo al cómputo distrital, con una avance de 99.79%, estos son los votos y porcentajes que obtuvieron las candidatas presidenciales y el candidato de Movimiento Ciudadano (MC):

  • Claudia Sheinbaum Pardo, coalición oficialista: 59.76%, con 35,757,974 votos;
  • Xóchitl Gálvez Ruiz, alianza opositora: 27.44%, con 16,376,863 votos; y
  • Jorge Álvarez Máynez, MC: 10.32%, con 6,186,508 votos.

Por tanto, hay 16 millones de ciudadanos que votaron en franca oposición al obradorato y 22.5 millones de personas no votaron por Sheinbaum. El país está dividido en una proporción 59/41, considerando indecisos, abstenciones y gente que no sabe llenar bien una boleta.

16 millones es mucha gente. Equivale a casi toda la población de Estado de México, casi dos veces la de Jalisco o la Ciudad de México y tres veces la de Nuevo León. Si bien hay mucho pesimismo opositor como consecuencia del triunfo de Sheinbaum, un cuarto del electorado no es una cantidad despreciable: para cualquier acción social, es un punto de partida muy bueno.

Debe reiterarse, cuatro de cada seis ciudadanos no salieron a votar. De esos seis que votaron, 3.6 optaron por Sheinbaum y 1.6 por Xóchitl. A Máynez apenas lo prefirieron 0.6 electores. Es decir, hay más gente que no sufragó, que personas que votaron por Morena. Será muy difícil que una mayor cantidad de mexicanos salgan a votar, al menos en el futuro próximo, así que la aplastante victoria del oficialismo, considerando a todos los que sí pueden votar, aunque no lo hagan, es de 36 por ciento, un tercio de la ciudadanía, una proporción pequeña para hablar de unanimismo o de que México es territorio moreno.

No, lo que hay en realidad es una sociedad indolente. Un error de los analistas es confundir el éxito electoral con un gobierno efectivo. No hay manera racional de llamar gobierno exitoso a uno que se le mueren 297 mil personas en la pandemia que no debieron perecer, tiene desabasto de medicinas, servicios médicos del cuarto mundo, crecimiento del cobro de piso por parte del crimen organizado y disminución del nivel de vida de la gente (fuera de los que reciben subsidios y ayudas). Y a casi la mitad de la ciudadanía, 40%, le importó poco la situación del país: se quedó en su casa y no votó. Pueden buscarse excusas como la falta de cultura política, escepticismo sobre la democracia, pobreza, lo que usted quiera y guste, lo cierto es que gente de todos los niveles de ingreso y estudios fueron a votar y eso confirma la necesidad de estudiar con seriedad las razones de la desidia electoral de ese 40% de los ciudadanos.

Algunos analistas, descubridores del hilo negro y el agua tibia, han señalado que la oposición perdió por falta de maquinaria territorial. A pesar de lo sesudo de esa observación obvia, han dirigido su crítica a los comentócratas y de forma velada a la sociedad civil que constituyó la marea rosa. Piden que los primeros salgan del club y se bañen de pueblo y a los otros que vayan de puerta en puerta solicitando el voto. Hay una palabra para calificar esas sugerencias, pero los más delicados se pueden ofender si la escribo. Solo diré que es una conclusión muy equivocada.

La función de los comentócratas es opinar de los temas públicos, analizar, valorar y en su caso recomendar líneas de acción. No son profetas, oráculos, ni científicos del porvenir. Pedirles que atinen más que Alvin Toffler es convertir la opinión pública en futurología (y esa pretensión también merece un calificativo que hoy no usaré).

Por otro lado, las clases medias que se manifestaron tenían dos funciones, mostrar músculo en las manifestaciones y aportar presencia en sus círculos, no les tocaba hacer la chamba de los partidos, ellos sí debían de casa en casa pidiendo el voto y reconstituyendo la maquinaria territorial que migró al presupuesto morenista. Va un ejemplo, para que los analistas descubrehilos lo entiendan: la toma de la Bastilla la hicieron las clases bajas, los sans-culottes, no los burgueses. ¿Quieren un ejemplo más moderno? Los electores de Trump fueron la gente menos acomodada del Rust Belt, la gente blanca, anglosajona, protestante y de clase trabajadora. Algunos millonarios acomodados neoyorquinos podrían apoyarlo, pero la vanguardia de cualquier movimiento u opción política no hace el trabajo más grande. En el caso de la oposición mexicana, le tocaba a los partidos mover a las clases medias (y bajas), para que fueran a votar. Y no lo hicieron.

E igual que en la Revolución Francesa, donde las clases bajas no leían a Diderot o Montesquieu, la mayoría de los ciudadanos no leen a los comentócratas. De hecho, a los intelectuales los leen las élites. Y esta pequeña diferencia no la entienden los analistas que ahora culpan a la comentocracia y a la señora de las Lomas que bastante hizo al asolearse para apoyar la marea rosa.

Norberto Bobbio destaca la vinculación entre burguesía y sociedad civil, en alemán, la sociedad civil era la sociedad burguesa y el Código Civil es el código burgués. En un modelo moderno, se distingue a la burguesía de las masas. La burguesía, inéditamente en México, salió a manifestarse, pero su acción no sustituía a la masa que debió votar y que no lo hizo porque los partidos no la movilizaron.

Así que dejemos en paz a las señoras de las Lomas y a los comentócratas, no pretendamos que salgan de sus clubes, ni de sus hoteles y auditorios en Polanco y Reforma. Esta derrota tiene muchos padres, pero esos dos grupos no forman parte de ellos.

Por cierto, también es injustificado el reproche a los analistas por cuestionar las encuestas: en realidad, casi todas las encuestas fallaron. El más acertado fue Mendoza Blanco y Asociados. De las Heras se fue más arriba y todos los demás se quedaron cortos. Los 32 puntos porcentuales de ventaja que obtuvo Sheinbaum eran impredecibles.

En conclusión, la justa realidad es que existen 16 millones de electores que votaron en contra del obradorato, que representan más de la cuarta parte de los que sufragaron y que son un punto de partida excelente para construir el regreso a la democracia. Hoy, más que nunca, necesitamos a los comentaristas y analistas que no cayeron en la normalización del régimen, ni en el recurso facilón de culpar a todos, como si vivieran en otra dimensión. Al régimen se le vencerá en la batalla cultural: esa no se gana sin intelectuales, ni comentócratas. También necesitamos nuevos partidos y darle forma jurídica permanente a la marea rosa, que no es un partido, ni debe serlo. No necesitamos promotores de purgas, sobre todo porque nadie, ni siquiera los más recalcitrantes propagandistas del régimen pudieron predecir lo que sucedió. En lugar de la arrogancia del que ve los toros desde la barrera, se requiere la inteligencia proactiva para delinear rutas posibles, estrategias y acciones que cambien el lamentable estado de cosas. No las podemos esperar de quienes hacen diagnósticos a posteriori, pero que fueron incapaces de determinar causas y soluciones para evitar este desastre: esos se parecen a los malos comentaristas deportivos, que demuelen al entrenador y al equipo, pero no sugirieron un plan adecuado cuando se necesitaba.

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