Archivos Mensuales: septiembre 2023

El marxismo, como las cucarachas

El debate sobre los nuevos libros de texto lanzados por el gobierno de López Obrador ha expuesto la tendencia de un sector de la intelligentsia[1] mexicana que pretende disculpar, invisibilizar o establecer como aceptable cierta dosis de marxismo en las acciones de gobierno y los temas públicos. Son los que, desde su soberbia, consideran «una reverenda estupidez» señalar que los libros del obradorato son comunistas. En realidad, la falta de inteligencia está en ese grupo de opinadores que se sienten sofisticados por el mero hecho de ser centristas o izquierdistas.

Hay que comenzar por lo básico. Los libros en cuestión sí promueven el comunismo, ya que hacen apología de los delitos cometidos por la guerrilla comunista en México[2]. Sería tonto negar el comunismo de esos grupos, cuando ellos mismos se etiquetaron así, como es el caso de la Liga Comunista 23 de Septiembre. En este punto no deberían existir dudas de que el régimen en turno pretende inducir la ideología comunista en niños y jóvenes, como algo positivo y deseable.

La fatal arrogancia de los centristas radica en que consideran admisible cierta dosis de socialismo en las acciones de gobierno y la discusión pública. De hecho, en el debate público se ha normalizado el uso de medidas propuestas por Karl Marx para que el proletariado, como clase gobernante, se valiera «del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción»[3], tales como a) la expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos, b) un fuerte impuesto progresivo; c) la abolición del derecho de herencia; d)  la confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes; y e) la centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio.

En la actualidad, figuras como el Impuesto Sobre la Renta, la extinción de dominio, la expropiación o el banco central no son vistas por el público como marxistas y hay otras, como la afectación de los derechos de herederos, que son planteadas como acciones de interés social, no de carácter comunista. No obstante, todas estas fueron planteadas por Marx como operaciones para destruir el capitalismo.

La postura de estos centristas —en realidad, colaboracionistas del obradorato— se parece a la de aquel controlador de plagas que explicaba que las cucarachas y ratas no son totalmente exterminables, sino que se regula su población: siempre habrá alimañas de ese tipo, en las alcantarillas y drenajes, cuando exceden un determinado nivel y salen a la superficie, corresponde disminuirlas, pero nunca dejarán de existir. Así, consideran que el marxismo está presente en el discurso y políticas de gobierno, pero que eso no es comunista, sino apenas un barniz de izquierda normalizado.

El error de los centristas es triple. Por un lado, exaltar a las ligas comunistas que secuestraban empresarios y diplomáticos, ejecutando a algunos, no es algo irrelevante, sino adoctrinamiento. No hay políticas o propaganda comunista inocua, eso es lo que criticó Ludwig Von Mises cuando en la sociedad del Mont-Pèlerin, «durante una disputa entre Mises, Robbins, Friedman, Stigler y Knight sobre la distribución de la renta», les gritó que eran un puñado de socialistas[4]. Que ahora se vea con naturalidad la redistribución de la riqueza no significa que no sea una política socialista.

Por otro, disculpar el adoctrinamiento de niños y jóvenes, alineándose de esta manera con los propagandistas del obradorato, como si esa iniciación fuera parte de los «derechos» de la administración en turno, implica un grave error conceptual, ya que la educación es una política de Estado y no una política sexenal de gobierno[5]: no existe el derecho a ideologizar mediante la educación pública.

Asimismo, esta postura de apoderarse de las mentes juveniles, a favor de un movimiento, ya causó serios conflictos en el pasado. Debe recordarse que la segunda guerra cristera tuvo una de sus causas en que Plutarco Elías Calles sostuvo, el 20 de julio de 1934, que el régimen debía apoderarse «de las conciencias de la niñez, de las conciencias de la juventud porque son y deben pertenecer a la Revolución»[6]. Por cierto, Calles, al igual que López Obrador, hablaba de conservadores y quería «arrancar de sus garras» a la juventud[7]. ¿En verdad es responsable asumir como algo irrelevante que el gobierno vuelva a repetir este tipo de discurso y acciones? Cambie revolución por cuarta transformación y el discurso de Calles bien podría ser uno de López o sus subordinados.

Resulta insensato y negligente, para decir lo menos, minimizar la gravedad del adoctrinamiento comunista, como parte de una pose supuestamente intelectual y que solo disfraza un marxismo que a México le ha causado mucho daño. Que este comunismo sea de mala factura —hasta a Galeano le daría vergüenza, por deficiente— no lo hace menos nocivo. En consecuencia, la reverenda estupidez es la de aquellos que toman a broma la propaganda comunista incluida en los nuevos libros de la SEP.


[1] «La intelligentsia es el ego que se cree id: la población educada que cree interpretar las mejores aspiraciones inconscientes del pueblo, y que acaba suplantándolo como su vanguardia consciente (…) la intelligentsia es más afín al mundo académico y burocrático, a las graduaciones, a los nombramientos, a cobrar en función del calendario transcurrido (…) la intelligentsia sueña con la santidad platónica, mientras acumula capital en la grilla de los ascensos (…) la intelligentsia pasa de los libros al poder».

Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 85). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[2] Un libro sin recetas, para la maestra y el maestro. Fase 6. Elaborado y editado por la Dirección General de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública. Pp. 15, 21-22

[3] Marx, Karl. Manifiesto del Partido Comunista.

[4] https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-952X2018000100007, nota 31.

[5] Vid. y Cfr. Corzo, Julio Franco. Diseño de Políticas Públicas: Una guía práctica para transformar ideas en proyectos viables (Spanish Edition) (p. 95). IEXE Editorial. Edición de Kindle. La educación es una política de Estado, porque es una acción plasmada «en la Constitución, con preceptos claros que trascienden periodos de gestión de gobierno». Un gobierno no puede cambiarla sin una reforma constitucional.

Una administración ordinaria, electa democráticamente, puede diseñar y poner en marcha políticas de gobierno, que «son acciones cotidianas y permanentes que se instrumentan por ramos y competencias administrativas por parte de las dependencias y entidades públicas y presentan características tales como: 1) estar en los planes nacionales, estatales y municipales de desarrollo, 2) tener un sello distintivo de la administración en turno y 3) en la práctica administrativa, en algunos casos suelen identificarse como acciones discrecionales en las que no hay un respaldo técnico de la decisión y que no son parte de una estrategia específica de gobierno como actos protocolarios, gastos de representación, construcción de obras con objetivos electorales y programas temporales que se utilizan para promover candidatos, por mencionar algunos».

[6] Murià, José María et al., Historia de Jalisco, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1982, tomo IV, pp. 534-535. Consultado en “El grito de Guadalajara” de Plutarco Elías Calles (1934), en la dirección electrónica http://enciclopedia.udg.mx/articulos/el-grito-de-guadalajara-de-plutarco-elias-calles-1934

[7] Ídem.