Archivos Mensuales: junio 2024

Camino hacia Orwell

Narod Meksiki s tovarishchem Klaudiyey Sheynbaum!

En un episodio de Los Simpson el representante de Rusia ante Naciones Unidas revela que la Unión Soviética fingió todo el tiempo su disolución: después de pulsar un botón, surgen tanques de los carros alegóricos de un desfile en Moscú, se vuelve a dividir Alemania y Lenin revive, caminando como un zombi.

Sería muy ingenuo pretender que el totalitarismo en México solo sucederá como en ese episodio de Los Simpson. Nadie espera que, al día siguiente de la toma de protesta de Sheinbaum, se ponga un ushanka, se cuelguen pendones con su rostro en todo el país y se instalen gulags en Campeche.

Sin embargo, hay quienes creen que estamos libres del riesgo de un estado de corte orwelliano, dada la notoria ineptitud del obradorato y la falta de recursos para reprimir y perseguir a comentaristas, intelectuales y críticos, ya que consideran que el régimen carece de talento y capacidades para realizar operaciones a gran escala contra los que disienten, sea en los medios tradicionales o en las redes sociales.

Ese enfoque es muy cándido. Para tener un estado orwelliano no se necesita inteligencia, ni siquiera amplios recursos, mucho menos un gobierno hipertrófico, ni un Hermano Mayor omnisciente: basta y sobra con las ganas de joder.

Evidencias de ese totalitarismo de bajo presupuesto son la Cuba empobrecida y miserable de los Hermanos Castro, así como la Nicaragua infernal de los Ortega. Venezuela tiene al Sebin, pero ninguno de estos tres países representa al Estado hipertrofiado que todo lo ve y lo sabe (aunque estos gobiernos se enteran de muchas cosas por la cultura de la delación y el enfoque de los pocos recursos estatales en espiar y reprimir).

Vaya, ni siquiera el gobierno soviético se enteraba de todo. En el caso de Sheinbaum le es suficiente con sus afanes y los facilitadores de sus objetivos, que son tanto lacayos del gobierno como normalizadores externos.

Cartel titulado Bajo la bandera de Lenin, bajo el liderazgo de Stalin – ¡hacia la victoria del comunismo! Autor: Toidze, Iraklii Moiseevich

De hecho, el control se da en el lenguaje y el pensamiento. No hablamos de algo en la fantasía: como explica Roger Scruton, en Europa ya se tiene un tipo de neolengua, a semejanza a la de Oceanía, el estado totalitario de 1984.

De manera semejante, el estado orwelliano de Sheinbaum está en proceso. Las evidencias están a la vista. En apenas dos días, Sheinbaum humilló a Claudio X. Gónzalez Laporte, el periodista Humberto Padgett fue arrestado por petición de la fiscalía de la Ciudad de México —y, en consecuencia, pidió asilo a Estados Unidos—, Carlos Loret y Víctor Trujillo son investigados por la Unidad de Inteligencia Financiera, se confirmó que la Guardia Nacional pasará a estar bajo el mando de la Sedena y, como cereza del pastel, la virtual presidenta nombró como consejera jurídica a la fiscal que encarceló a una mujer mayor por un delito que no existe en la ley.

Esto no se quedará en el caos legal causado por la reforma judicial que viene. Como señaló Enrique Krauze, si «el Congreso somete al Poder Judicial y al INE (además de destruir a los órganos autónomos), no quedará más límite que la ya mermada libertad de expresión. Sin ella, transitaremos a una dictadura».

Pues bien, el régimen está a 100 días de consolidar la dictadura y quien tiene poder total lo ejerce totalmente. ¿Por qué el obradorato se contentaría con ejercerlo parcialmente? Esta nueva edición de la autocracia no tiene los contrapesos internos del priismo histórico, ni cuenta con un círculo negro como al que pertenecía Fidel Velázquez. Por ello, no resulta razonable creer que el oficialismo actual repita el comportamiento restringido de un sistema que sí tenía controles internos.

Existe la tentación de exagerar el optimismo respecto al nuevo régimen y sobresimplificar lo que pasa. Lo cierto es que no hay una sola señal —ni razones— para creer que no vamos hacia un estado totalitario, como el descrito por George Orwell en su novela 1984.

Si alguien ha leído algo más que las cubiertas de la novela de Orwell, sabe que en su distopía se destruye mentalmente al enemigo, no se le fusila para hacerlo mártir, se le convierte en un adorador del Hermano Mayor. Un primer paso en ese camino se encuentra en los comentaristas que incluso han defendido la competencia profesional de Ernestina Godoy, a pesar de su trayectoria de ilicitudes, incluso algunas anuladas por la Suprema Corte. Todo estado tiene la capacidad de presionar a los medios, censurar, amenazar con el fisco y espiar, la diferencia se encuentra en el uso de estas herramientas. Como relaté en Twitter, los represores soviéticos no se distinguían por su finura, talento o competencia: eran brutos y brutales, no muy diferentes de los represores mexicanos.

El camino a la dictadura ahí está y no desaparecerá porque algunos quieran cerrar los ojos a su existencia.

Ignorancia supina en el Poder Judicial: el terror que viene

 

Quizá la parte más terrorífica de la reforma judicial es el tipo de perfiles que podrían llegar a los 1600 juzgados, tribunales federales y Suprema Corte. Parto del supuesto de que usted, amable lector, no se dedica al Derecho y puede suponer que Lenia Batres es un personaje de excepcional ineptitud.

Le tengo una mala noticia: hay miles de abogados como ella. De hecho, forman parte de un estamento común en México. A reserva de un mejor nombre los llamaremos patrioteros incultos (PI).

Estas personas son un retrato preciso de lo que John Henry Merryman describió como el conjunto de actitudes y características de la profesión jurídica en los países de origen romano, como es el caso de México. El licenciado formado en las últimas décadas del priismo no democrático era una combinación de legista ignorante del mundo y de cualquier otra cosa que no fuera la legislación, un operador profundamente etnocentrista, anglófobo y creyente de un conjunto de mitos propios de un provincianismo del que no escapan ni los abogados de la Ciudad de México.

Hay varios factores por los que serán muy malos los jueces que vienen:

1) Porque serán cercanos al morenismo y por ende carentes de autonomía en sus decisiones respecto al gobierno;

2) Por la misma lógica kakistocrática del populismo, donde lo que importa es la voluntad del líder, los tribunales operarán como correas de transmisión de sus caprichos;

3) Porque los juristas de verdad no van a participar en ese modelo de lacayismo judicial; y

4) Con esas condiciones, la principal causa de que la justicia será peor que nunca se encontrará en el perfil deficiente del licenciaducho antediluviano que describimos en los párrafos previos: su carga de sesgos cognitivos lo torna incapaz de hacer buen Derecho.

Pareciera que los disparates de Lenia Batres sobre el common law y Estados Unidos son parte de un mera antología del ridículo, pero en el corazón del reclamo obradorista a la Corte hay la idea, sumamente equivocada, de que el Máximo Tribunal se ha “agringado”, que “legisla”, que invade las competencias del Congreso, cuando lo único que hace es cumplir con lo que le ordena la Carta Magna: controlar que los actos de los poderes Legislativo y Ejecutivo no sean contrarios a la Constitución y los derechos humanos. Eso no es common law, ni es la invasión angloamericana a los tribunales, de hecho tiene su origen en un fuerte movimiento cultural en Europa y el resto de occidente.

A López le irrita que los tribunales no sean oficialías de refrendo de sus designios, pero revisar el poder es lo que hacen las cortes en todos los países con democracias consolidadas. Aunque le moleste al aún ocupante de Palacio Nacional, en ninguna parte de la Constitución mexicana se señala que la Corte Suprema debe disculpar las violaciones del Legislativo a sus propias normas.

Pero el espantajo del common law vende entre la masa que ignora la materia. Al punto de que la ministra Batres, en cada sesión del Pleno de la Corte, suelta afirmaciones cargadas de ignorancia jurídica sobre el extraño enemigo del norte e incluso expresa falsedades en las que ha cometido protoplagios[1].

Si a usted le pareció de miedo que Batres sostuviera ante senadores que la Constitución de Estados Unidos no es escrita, lamento decirle que muchos licenciados mexicanos creen eso e incluso cosas más falsas sobre el sistema jurídico de Estados Unidos.

¿Por qué es relevante esta ignorancia? Porque, en su afán de complacer al autócrata, los jueces pondrán en marcha una justicia mexicana a imagen y semejanza de las creencias y supersticiones de López Obrador: una que no cuestionará las leyes que violan derechos humanos, porque esa revisión sería “gringa”, nada mexicana. 

Resulta inexplicable quién asesora a Lenia Batres, o si esas barbaridades se le ocurren sola. Lo cierto es que la disminución de requisitos para ser juez que marca la reforma de López, así como el voto popular para su designación, aseguran que este tipo de perfil, de practiquillos incultos, arcaicos y etnocentristas, sea el común en la judicatura del nuevo estado mexicano.

Un estado de desastre.

¿Se puede hacer algo? Queda el recurso de cuestionar uno y cada uno de los perfiles que se propongan para la Corte Suprema y el resto de los tribunales del país: toca desenmascarar a los malos legistas que pretenda imponer el régimen.

Al exhibir a los peores, la sociedad civil dificulta la designación de los equivalentes jurídicos de Cuitláhuac García y Cuauhtémoc Blanco. No hay margen para mucho más, pero dejar estos antecedentes servirá para la futura rendición de cuentas en este tema.

Post scriptum: Viridiana Ríos señaló, en el podcast de Expansión de esta semana, que debería existir un mecanismo para evitar las interpretaciones absurdas de la ley que hacen algunos jueces, “pero que tenga dientes”. Ese mecanismo se llama amparo directo y tiene tantos dientes que la Suprema Corte y los tribunales colegiados de circuito anulan miles de sentencias por ese motivo. El nado sincronizado entre Ríos y Batres no solo es penoso, evidencia un libreto que juega con la falta de conocimiento del público sobre estos temas.


[1] Batres discutió con el ministro Laynez sobre la democracia según Madison, atribuyéndole afirmaciones que él nunca hizo, sino que expresó sin citar a su verdadero autor, el profesor Luis Gonzalo Díez Álvarez, de la Universidad Francisco de Vitoria—, cuestión que no sorprende, existe un guión sobre este tema operado por los propagandistas del obradorato, que esta misma semana también atribuyeron a Madison otra afirmación falsa: que los contrapesos tenían como propósito “crear instituciones que evitaran que la población fuera a quitarle dinero a los ricos”, alegando que así buscaban evitar que la población se empoderara. ¿De dónde sacaron que es democrático quitarle su dinero a alguien? Del mismo lugar que el resto de sus supersticiones.

 

El regreso del ogro filantrópico

Y también te vigila

En 1984, la novela de George Orwell ubicada en una distopía totalitaria, hay cuatro ministerios: de la Paz, de la Verdad, del Amor y de la Abundancia.

  • El Ministerio de la Paz promueve la guerra;
  • El Ministerio de la Verdad miente;
  • El Ministerio del Amor tortura; y
  • El Ministerio de la Abundancia favorece el hambre.

En su obra, Orwell señala que “estas contradicciones no son casuales ni el resultado de una vulgar hipocresía: son ejercicios premeditados del doblepensar, pues el poder solo puede conservarse de manera indefinida mediante la reconciliación de las contradicciones”.

Resulta curioso que, en México:

  • La Secretaría de Seguridad tolera a los criminales;
  • La Vocería de la Presidencia miente;
  • El Presidente predica el amor… mientras ofende a periodistas y opositores; y
  • Segalmex causa hambre y escasez.

Ya no se diga que los programas del bienestar no sacan de la pobreza a la gente, sino que la hacen dependiente del subsidio; o que los libros de texto de Marx Arriaga idiotizan, enajenan e ideologizan; o que el sistema de salud no atiende, ni entrega medicinas.

Usualmente, se estima que estas incoherencias no son circunstanciales, ni resultado de una vulgar hipocresía, sino consecuencia de una ineptitud inadmisible.

Pero la clave está en el resto de la explicación de Orwell: tal incapacidad es un mecanismo para conservar el poder.

Así es, esta ineptitud no es un mero efecto de la demagogia de designar personajes con “90% de lealtad y 10% de capacidad”. Sino que la “demencia controlada” permite mantener el estado de cosas, en este caso, el de una necesidad permanente de migajas entregadas por el Estado.

Al igual que en 1984, el obradorato tiene como fin la obtención del poder y el poder definitivo es el control de la mente de las personas: si el Estado te brinda el bienestar, le debes todo al Estado.

Después de esa dependencia material, el paso a sostener que “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado” es meramente de grado.

En otras palabras, el desabasto de medicinas, la ausencia de formación en competencias en los programas sociales o la instrucción deficiente, no son frutos de un gobierno inepto, sino de uno perverso, que justifica su existencia en la precariedad creciente.

En una sociedad libre, donde cada uno obtiene su riqueza y prosperidad, el gobierno se vuelve secundario en la vida cotidiana. Importa únicamente para dirimir controversias y brindar seguridad.

Por el contrario, en las sociedades donde es muy difícil generar riqueza propia, el gobierno tiene un papel central como proveedor y benefactor, su tamaño aumenta y se vuelve más poderoso, costoso y reacio al control de sus facultades. Este modelo genera incentivos perversos: ¿por qué un político acabaría con la pobreza, si su relevancia y poder depende de que sigan existiendo clientelas que necesiten del gobierno? En la práctica, estos personajes se dedican a administrar los problemas, porque no les conviene solucionarlos: solo dan paliativos, para que la gente necesite del gobierno de manera permanente.

López intenta resucitar al ogro filantrópico, al monstruo necesario para un pueblo incapaz de valerse por sí mismo. Y ya cuenta con el repertorio propio del Gran Hermano: una neolengua, un modelo de “socialismo mexicano” demodé, el doblepensar de las argumentaciones de su propagandistas, la posverdad, el pensamiento anticientífico, el etnonacionalismo, la manipulación de la historia y el ataque desde el poder al pensamiento disidente.

Quizá lo más terrorífico de todo esto es que López instauró esas medidas de antigobernanza sin contar con una dictadura.

Ahora, que su régimen cuenta con casi todo el poder, la distopía que padeció Winston Smith se encuentra más cerca de volverse realidad.

 

Los 16 millones de opositores

Además de la tristeza y enojo que es natural en una derrota catastrófica, en la oposición mexicana hay mucha gente decepcionada, pero vale la pena detenerse un momento y ver los números con frialdad. De acuerdo al cómputo distrital, con una avance de 99.79%, estos son los votos y porcentajes que obtuvieron las candidatas presidenciales y el candidato de Movimiento Ciudadano (MC):

  • Claudia Sheinbaum Pardo, coalición oficialista: 59.76%, con 35,757,974 votos;
  • Xóchitl Gálvez Ruiz, alianza opositora: 27.44%, con 16,376,863 votos; y
  • Jorge Álvarez Máynez, MC: 10.32%, con 6,186,508 votos.

Por tanto, hay 16 millones de ciudadanos que votaron en franca oposición al obradorato y 22.5 millones de personas no votaron por Sheinbaum. El país está dividido en una proporción 59/41, considerando indecisos, abstenciones y gente que no sabe llenar bien una boleta.

16 millones es mucha gente. Equivale a casi toda la población de Estado de México, casi dos veces la de Jalisco o la Ciudad de México y tres veces la de Nuevo León. Si bien hay mucho pesimismo opositor como consecuencia del triunfo de Sheinbaum, un cuarto del electorado no es una cantidad despreciable: para cualquier acción social, es un punto de partida muy bueno.

Debe reiterarse, cuatro de cada seis ciudadanos no salieron a votar. De esos seis que votaron, 3.6 optaron por Sheinbaum y 1.6 por Xóchitl. A Máynez apenas lo prefirieron 0.6 electores. Es decir, hay más gente que no sufragó, que personas que votaron por Morena. Será muy difícil que una mayor cantidad de mexicanos salgan a votar, al menos en el futuro próximo, así que la aplastante victoria del oficialismo, considerando a todos los que sí pueden votar, aunque no lo hagan, es de 36 por ciento, un tercio de la ciudadanía, una proporción pequeña para hablar de unanimismo o de que México es territorio moreno.

No, lo que hay en realidad es una sociedad indolente. Un error de los analistas es confundir el éxito electoral con un gobierno efectivo. No hay manera racional de llamar gobierno exitoso a uno que se le mueren 297 mil personas en la pandemia que no debieron perecer, tiene desabasto de medicinas, servicios médicos del cuarto mundo, crecimiento del cobro de piso por parte del crimen organizado y disminución del nivel de vida de la gente (fuera de los que reciben subsidios y ayudas). Y a casi la mitad de la ciudadanía, 40%, le importó poco la situación del país: se quedó en su casa y no votó. Pueden buscarse excusas como la falta de cultura política, escepticismo sobre la democracia, pobreza, lo que usted quiera y guste, lo cierto es que gente de todos los niveles de ingreso y estudios fueron a votar y eso confirma la necesidad de estudiar con seriedad las razones de la desidia electoral de ese 40% de los ciudadanos.

Algunos analistas, descubridores del hilo negro y el agua tibia, han señalado que la oposición perdió por falta de maquinaria territorial. A pesar de lo sesudo de esa observación obvia, han dirigido su crítica a los comentócratas y de forma velada a la sociedad civil que constituyó la marea rosa. Piden que los primeros salgan del club y se bañen de pueblo y a los otros que vayan de puerta en puerta solicitando el voto. Hay una palabra para calificar esas sugerencias, pero los más delicados se pueden ofender si la escribo. Solo diré que es una conclusión muy equivocada.

La función de los comentócratas es opinar de los temas públicos, analizar, valorar y en su caso recomendar líneas de acción. No son profetas, oráculos, ni científicos del porvenir. Pedirles que atinen más que Alvin Toffler es convertir la opinión pública en futurología (y esa pretensión también merece un calificativo que hoy no usaré).

Por otro lado, las clases medias que se manifestaron tenían dos funciones, mostrar músculo en las manifestaciones y aportar presencia en sus círculos, no les tocaba hacer la chamba de los partidos, ellos sí debían de casa en casa pidiendo el voto y reconstituyendo la maquinaria territorial que migró al presupuesto morenista. Va un ejemplo, para que los analistas descubrehilos lo entiendan: la toma de la Bastilla la hicieron las clases bajas, los sans-culottes, no los burgueses. ¿Quieren un ejemplo más moderno? Los electores de Trump fueron la gente menos acomodada del Rust Belt, la gente blanca, anglosajona, protestante y de clase trabajadora. Algunos millonarios acomodados neoyorquinos podrían apoyarlo, pero la vanguardia de cualquier movimiento u opción política no hace el trabajo más grande. En el caso de la oposición mexicana, le tocaba a los partidos mover a las clases medias (y bajas), para que fueran a votar. Y no lo hicieron.

E igual que en la Revolución Francesa, donde las clases bajas no leían a Diderot o Montesquieu, la mayoría de los ciudadanos no leen a los comentócratas. De hecho, a los intelectuales los leen las élites. Y esta pequeña diferencia no la entienden los analistas que ahora culpan a la comentocracia y a la señora de las Lomas que bastante hizo al asolearse para apoyar la marea rosa.

Norberto Bobbio destaca la vinculación entre burguesía y sociedad civil, en alemán, la sociedad civil era la sociedad burguesa y el Código Civil es el código burgués. En un modelo moderno, se distingue a la burguesía de las masas. La burguesía, inéditamente en México, salió a manifestarse, pero su acción no sustituía a la masa que debió votar y que no lo hizo porque los partidos no la movilizaron.

Así que dejemos en paz a las señoras de las Lomas y a los comentócratas, no pretendamos que salgan de sus clubes, ni de sus hoteles y auditorios en Polanco y Reforma. Esta derrota tiene muchos padres, pero esos dos grupos no forman parte de ellos.

Por cierto, también es injustificado el reproche a los analistas por cuestionar las encuestas: en realidad, casi todas las encuestas fallaron. El más acertado fue Mendoza Blanco y Asociados. De las Heras se fue más arriba y todos los demás se quedaron cortos. Los 32 puntos porcentuales de ventaja que obtuvo Sheinbaum eran impredecibles.

En conclusión, la justa realidad es que existen 16 millones de electores que votaron en contra del obradorato, que representan más de la cuarta parte de los que sufragaron y que son un punto de partida excelente para construir el regreso a la democracia. Hoy, más que nunca, necesitamos a los comentaristas y analistas que no cayeron en la normalización del régimen, ni en el recurso facilón de culpar a todos, como si vivieran en otra dimensión. Al régimen se le vencerá en la batalla cultural: esa no se gana sin intelectuales, ni comentócratas. También necesitamos nuevos partidos y darle forma jurídica permanente a la marea rosa, que no es un partido, ni debe serlo. No necesitamos promotores de purgas, sobre todo porque nadie, ni siquiera los más recalcitrantes propagandistas del régimen pudieron predecir lo que sucedió. En lugar de la arrogancia del que ve los toros desde la barrera, se requiere la inteligencia proactiva para delinear rutas posibles, estrategias y acciones que cambien el lamentable estado de cosas. No las podemos esperar de quienes hacen diagnósticos a posteriori, pero que fueron incapaces de determinar causas y soluciones para evitar este desastre: esos se parecen a los malos comentaristas deportivos, que demuelen al entrenador y al equipo, pero no sugirieron un plan adecuado cuando se necesitaba.

El Chernóbil electoral

Los resultados de la elección del 2 de junio de 2024 solo pueden catalogarse, para la oposición, de una manera: catastróficos. Una presidenta morenista que obtiene más votos que López Obrador, llevándose dos a uno a Xóchitl Gálvez, de nueve estados en disputa, la alianza solo obtiene uno, pierde bastiones panistas y el régimen consigue la mayoría calificada que le permitiría ejecutar el Plan C, que reformaría la Constitución para hacer al Ejecutivo el jefe del resto de los poderes del país. Si constitucionalismo democrático significa que todo poder tenga límites y controles, Morena ya tiene las llaves para lograr su objetivo de destruirlo.

Si usted está decepcionado o enojado por los resultados, su reacción es normal. La alianza sufrió una verdadera debacle, causada por la ineptitud y codicia de la dirigencia de sus partidos. Xóchitl Gálvez remató la cadena de fallas opositoras con su ocurrencia de conceder la victoria a Sheinbaum, antes de hablarle a sus electores y de que se dieran los cómputos distritales. Mientras usted pasó horas formado para votar y muchos vimos una afluencia destacada en las casillas, los datos oficiales marcan una participación de apenas 60% (en Jalisco, de acuerdo al PREP, la participación local fue de apenas 52.7%). Los números no corresponden a la percepción general. Si a eso se agrega que el conteo rápido presentado por la presidenta del INE tuvo una muestra menor a las 7 mil 500 casillas que se supone debió considerar y que su anuncio se retrasó casi hasta la medianoche del 2 de junio, todo parece muy raro.

¿Hubo fraude? No hay pruebas mostradas de que se hayan alterado los cómputos en las casillas o su alimentación en el PREP, pero también es fraude desequilibrar las campañas desde la conferencia presidencial diaria y el sembrado de propaganda en las redes sociales, favorecer a la candidata oficial y desacreditar a la opositora. Como señaló hoy Pablo Hiriart: 

“Ayer se consumó el fraude dirigido por el presidente López Obrador, y la tendencia en los medios y de los comentaristas políticos es convencer a la población a aceptar, someterse y adaptarse a la regresión.
De pronto borraron la participación ilegal, reiterada, del presidente de la República en las elecciones. La escondieron. O la ignoraron por los incentivos perversos que brinda la desmemoria ante el poder de los fuertes”.

(https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2024/06/03/la-terrible-regresion/).

¿Debe impugnarse la elección? Sí, y no debe caerse en la idea errónea de que eso no tiene sentido porque Sheinbaum ganó 2 a 1, porque esa ventaja viene de la violación directa de los artículos 41 y 134 constitucional, de la ley electoral, de la compra de voluntades mediante las ayudas y sociales (y la consustancial amenaza de quitarlos, operada por los servidores de la nación, sujetos pagados con recursos públicos). La oficialista podría haber ganado 10 a 1, eso poco importa para efectos de una impugnación, sus votos provienen del uso indebido del presupuesto. Y si el Tribunal Electoral no hace lo que debe, ahí está la Corte Interamericana, que se exhiba el régimen y, en su caso, le ordenen a México medidas de reparación y no repetición. En breve: puedo decirle que hay que impugnar los resultados electorales y que un tribunal decente anularía muchas casillas, solo por la intervención indebida en las campañas.

Pero hagamos a un lado, por un momento, el tema de la impugnación y preguntémonos que debemos hacer y cómo puede cambiar su vida con este resultado. El escenario no es alentador: los mercados respondieron muy mal al carro casi completo de Sheinbaum y puede suceder que haya fuga de capitales. Mi consejo es que no se rinda, hay que doblar la apuesta: hable, opine, critique, proponga, actúe, proteste, usted forma parte de quince millones de electores que no están de acuerdo con la plataforma del gobierno y este le tiene que hacer caso. Uno de los múltiples errores de los normalizadores es tratar al morenismo como una opción política más y no como a un movimiento que busca instalar un régimen que pase por encima de los derechos de las minorías. En una democracia, las decisiones de las mayorías tienen como límite los derechos fundamentales de todos: esa no es la visión de López, ni de su sucesora. Y usted no tiene obligación de tolerar ese autoritarismo, que suele llamarse dictadura o tiranía de las mayorías. Los partidos que, valiéndose de las urnas, acceden al poder pero dinamitan sus controles, son enemigos de la democracia y no son tolerables.

No lo invito a la rebelión armada, quiero ser muy claro: le propongo que no tolere los abusos del poder. Si Sheinbaum cree que puede destruir el control judicial de los actos de autoridad o erradicar los órganos autónomos como el INE o el Inai, su gobierno no es leal a la democracia: si bien hay la apariencia de que recibió un amplio mandato popular, su gobierno no deja de ser uno ordinario y, si pretende reformar la Constitución, no puede disminuir derechos, so pena de que los tribunales internacionales condenen su actuación. Quizá al morenismo no le importe hacer de México un paria de la comunidad internacional, como Cuba o Venezuela, pero sí les interesa el dinero y ese no suele quedarse en dictaduras bananeras, salvo cuando las inversiones tienen agendas corruptas. Los mayores impuestos vienen de los grandes negocios y ellos huyen de países violentos y sin Estado de Derecho, dos características que se han agravado durante el obradorato y que solo pueden empeorar si se pone en marcha el Plan C, tanto en su versión original como en la disminuida que controla a la Corte Suprema y los tribunales.

Quizá se pregunte si vale la pena seguir luchando, luego de que más de 33 millones de sus compatriotas votaron por un gobierno incapaz, demagogo y corrupto, como el que ofrece Morena. Fueron casi 6 de cada 10 electores los que votaron a favor de la candidata a la que se le derrumban las escuelas, se le cae el metro y se le contamina el agua. Si Sheinbaum gobernó tan mal la Ciudad de México, ¿por qué tanta gente votó por ella? Resulta bastante obvio que las ayudas sociales son el motivo de esas predilecciones. Lo fácil es ver a esos electores como enemigos y asumir que se merecen todo lo malo que puede traer el Plan C. Tal vez considera que lo mejor es irse de este país, porque su gente no tiene remedio. Pero eso es un error, en México siempre ha habido (y habrá) gente que prefiere a los malos políticos. Nuestro trabajo, como ciudadanos libres, es primeramente evitar que las malas decisiones de las mayorías atropellen nuestros derechos. En segundo lugar, nuestra labor es lograr que la sociedad en su conjunto no se perjudique como resultado de los criterios equivocados: para alcanzar estas dos finalidades, es indispensable no odiar a esa mayoría, sino convencerla de que está actuando en contra de su propio beneficio (aunque crea que una ayuda bimestral sea mejor que tener buenos hospitales y servicios públicos). Si amamos a este país, no podemos dejar que se vaya al abismo, por más que 30 millones sigan empujándolo hacia a ese destino.

No le voy a negar que migrar es la opción más rápida para desembarazarse de estas complicaciones gubernativas, pero no deberíamos estar obligados a irnos de México, solo porque una mayoría estima que nuestros valores e idea del mundo deben ser exterminados. En suma, no tenemos a un gobierno para que nos proteja (cuando ese es su trabajo), pero seguimos teniendo la inteligencia y voluntad para seguir adelante… e impedir que el gobierno o sus seguidores destruyan nuestros derechos y libertades.

Usted no va dejar de defender sus derechos porque López es un aprendiz de autócrata y su discípula tiene metas similares. Anímese, lo único que cambió es que tendremos que defender con mayor intensidad la vida, verdad y libertad que el régimen nos ha violentado.

Hoy es el primer día de la batalla por la libertad: convirtamos este Chernóbil electoral en un jardín de flores. Se puede y se debe.