Archivos diarios: junio 11, 2024

El regreso del ogro filantrópico

Y también te vigila

En 1984, la novela de George Orwell ubicada en una distopía totalitaria, hay cuatro ministerios: de la Paz, de la Verdad, del Amor y de la Abundancia.

  • El Ministerio de la Paz promueve la guerra;
  • El Ministerio de la Verdad miente;
  • El Ministerio del Amor tortura; y
  • El Ministerio de la Abundancia favorece el hambre.

En su obra, Orwell señala que “estas contradicciones no son casuales ni el resultado de una vulgar hipocresía: son ejercicios premeditados del doblepensar, pues el poder solo puede conservarse de manera indefinida mediante la reconciliación de las contradicciones”.

Resulta curioso que, en México:

  • La Secretaría de Seguridad tolera a los criminales;
  • La Vocería de la Presidencia miente;
  • El Presidente predica el amor… mientras ofende a periodistas y opositores; y
  • Segalmex causa hambre y escasez.

Ya no se diga que los programas del bienestar no sacan de la pobreza a la gente, sino que la hacen dependiente del subsidio; o que los libros de texto de Marx Arriaga idiotizan, enajenan e ideologizan; o que el sistema de salud no atiende, ni entrega medicinas.

Usualmente, se estima que estas incoherencias no son circunstanciales, ni resultado de una vulgar hipocresía, sino consecuencia de una ineptitud inadmisible.

Pero la clave está en el resto de la explicación de Orwell: tal incapacidad es un mecanismo para conservar el poder.

Así es, esta ineptitud no es un mero efecto de la demagogia de designar personajes con “90% de lealtad y 10% de capacidad”. Sino que la “demencia controlada” permite mantener el estado de cosas, en este caso, el de una necesidad permanente de migajas entregadas por el Estado.

Al igual que en 1984, el obradorato tiene como fin la obtención del poder y el poder definitivo es el control de la mente de las personas: si el Estado te brinda el bienestar, le debes todo al Estado.

Después de esa dependencia material, el paso a sostener que “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado” es meramente de grado.

En otras palabras, el desabasto de medicinas, la ausencia de formación en competencias en los programas sociales o la instrucción deficiente, no son frutos de un gobierno inepto, sino de uno perverso, que justifica su existencia en la precariedad creciente.

En una sociedad libre, donde cada uno obtiene su riqueza y prosperidad, el gobierno se vuelve secundario en la vida cotidiana. Importa únicamente para dirimir controversias y brindar seguridad.

Por el contrario, en las sociedades donde es muy difícil generar riqueza propia, el gobierno tiene un papel central como proveedor y benefactor, su tamaño aumenta y se vuelve más poderoso, costoso y reacio al control de sus facultades. Este modelo genera incentivos perversos: ¿por qué un político acabaría con la pobreza, si su relevancia y poder depende de que sigan existiendo clientelas que necesiten del gobierno? En la práctica, estos personajes se dedican a administrar los problemas, porque no les conviene solucionarlos: solo dan paliativos, para que la gente necesite del gobierno de manera permanente.

López intenta resucitar al ogro filantrópico, al monstruo necesario para un pueblo incapaz de valerse por sí mismo. Y ya cuenta con el repertorio propio del Gran Hermano: una neolengua, un modelo de “socialismo mexicano” demodé, el doblepensar de las argumentaciones de su propagandistas, la posverdad, el pensamiento anticientífico, el etnonacionalismo, la manipulación de la historia y el ataque desde el poder al pensamiento disidente.

Quizá lo más terrorífico de todo esto es que López instauró esas medidas de antigobernanza sin contar con una dictadura.

Ahora, que su régimen cuenta con casi todo el poder, la distopía que padeció Winston Smith se encuentra más cerca de volverse realidad.