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Camino hacia Orwell

Narod Meksiki s tovarishchem Klaudiyey Sheynbaum!

En un episodio de Los Simpson el representante de Rusia ante Naciones Unidas revela que la Unión Soviética fingió todo el tiempo su disolución: después de pulsar un botón, surgen tanques de los carros alegóricos de un desfile en Moscú, se vuelve a dividir Alemania y Lenin revive, caminando como un zombi.

Sería muy ingenuo pretender que el totalitarismo en México solo sucederá como en ese episodio de Los Simpson. Nadie espera que, al día siguiente de la toma de protesta de Sheinbaum, se ponga un ushanka, se cuelguen pendones con su rostro en todo el país y se instalen gulags en Campeche.

Sin embargo, hay quienes creen que estamos libres del riesgo de un estado de corte orwelliano, dada la notoria ineptitud del obradorato y la falta de recursos para reprimir y perseguir a comentaristas, intelectuales y críticos, ya que consideran que el régimen carece de talento y capacidades para realizar operaciones a gran escala contra los que disienten, sea en los medios tradicionales o en las redes sociales.

Ese enfoque es muy cándido. Para tener un estado orwelliano no se necesita inteligencia, ni siquiera amplios recursos, mucho menos un gobierno hipertrófico, ni un Hermano Mayor omnisciente: basta y sobra con las ganas de joder.

Evidencias de ese totalitarismo de bajo presupuesto son la Cuba empobrecida y miserable de los Hermanos Castro, así como la Nicaragua infernal de los Ortega. Venezuela tiene al Sebin, pero ninguno de estos tres países representa al Estado hipertrofiado que todo lo ve y lo sabe (aunque estos gobiernos se enteran de muchas cosas por la cultura de la delación y el enfoque de los pocos recursos estatales en espiar y reprimir).

Vaya, ni siquiera el gobierno soviético se enteraba de todo. En el caso de Sheinbaum le es suficiente con sus afanes y los facilitadores de sus objetivos, que son tanto lacayos del gobierno como normalizadores externos.

Cartel titulado Bajo la bandera de Lenin, bajo el liderazgo de Stalin – ¡hacia la victoria del comunismo! Autor: Toidze, Iraklii Moiseevich

De hecho, el control se da en el lenguaje y el pensamiento. No hablamos de algo en la fantasía: como explica Roger Scruton, en Europa ya se tiene un tipo de neolengua, a semejanza a la de Oceanía, el estado totalitario de 1984.

De manera semejante, el estado orwelliano de Sheinbaum está en proceso. Las evidencias están a la vista. En apenas dos días, Sheinbaum humilló a Claudio X. Gónzalez Laporte, el periodista Humberto Padgett fue arrestado por petición de la fiscalía de la Ciudad de México —y, en consecuencia, pidió asilo a Estados Unidos—, Carlos Loret y Víctor Trujillo son investigados por la Unidad de Inteligencia Financiera, se confirmó que la Guardia Nacional pasará a estar bajo el mando de la Sedena y, como cereza del pastel, la virtual presidenta nombró como consejera jurídica a la fiscal que encarceló a una mujer mayor por un delito que no existe en la ley.

Esto no se quedará en el caos legal causado por la reforma judicial que viene. Como señaló Enrique Krauze, si «el Congreso somete al Poder Judicial y al INE (además de destruir a los órganos autónomos), no quedará más límite que la ya mermada libertad de expresión. Sin ella, transitaremos a una dictadura».

Pues bien, el régimen está a 100 días de consolidar la dictadura y quien tiene poder total lo ejerce totalmente. ¿Por qué el obradorato se contentaría con ejercerlo parcialmente? Esta nueva edición de la autocracia no tiene los contrapesos internos del priismo histórico, ni cuenta con un círculo negro como al que pertenecía Fidel Velázquez. Por ello, no resulta razonable creer que el oficialismo actual repita el comportamiento restringido de un sistema que sí tenía controles internos.

Existe la tentación de exagerar el optimismo respecto al nuevo régimen y sobresimplificar lo que pasa. Lo cierto es que no hay una sola señal —ni razones— para creer que no vamos hacia un estado totalitario, como el descrito por George Orwell en su novela 1984.

Si alguien ha leído algo más que las cubiertas de la novela de Orwell, sabe que en su distopía se destruye mentalmente al enemigo, no se le fusila para hacerlo mártir, se le convierte en un adorador del Hermano Mayor. Un primer paso en ese camino se encuentra en los comentaristas que incluso han defendido la competencia profesional de Ernestina Godoy, a pesar de su trayectoria de ilicitudes, incluso algunas anuladas por la Suprema Corte. Todo estado tiene la capacidad de presionar a los medios, censurar, amenazar con el fisco y espiar, la diferencia se encuentra en el uso de estas herramientas. Como relaté en Twitter, los represores soviéticos no se distinguían por su finura, talento o competencia: eran brutos y brutales, no muy diferentes de los represores mexicanos.

El camino a la dictadura ahí está y no desaparecerá porque algunos quieran cerrar los ojos a su existencia.

Ignorancia supina en el Poder Judicial: el terror que viene

 

Quizá la parte más terrorífica de la reforma judicial es el tipo de perfiles que podrían llegar a los 1600 juzgados, tribunales federales y Suprema Corte. Parto del supuesto de que usted, amable lector, no se dedica al Derecho y puede suponer que Lenia Batres es un personaje de excepcional ineptitud.

Le tengo una mala noticia: hay miles de abogados como ella. De hecho, forman parte de un estamento común en México. A reserva de un mejor nombre los llamaremos patrioteros incultos (PI).

Estas personas son un retrato preciso de lo que John Henry Merryman describió como el conjunto de actitudes y características de la profesión jurídica en los países de origen romano, como es el caso de México. El licenciado formado en las últimas décadas del priismo no democrático era una combinación de legista ignorante del mundo y de cualquier otra cosa que no fuera la legislación, un operador profundamente etnocentrista, anglófobo y creyente de un conjunto de mitos propios de un provincianismo del que no escapan ni los abogados de la Ciudad de México.

Hay varios factores por los que serán muy malos los jueces que vienen:

1) Porque serán cercanos al morenismo y por ende carentes de autonomía en sus decisiones respecto al gobierno;

2) Por la misma lógica kakistocrática del populismo, donde lo que importa es la voluntad del líder, los tribunales operarán como correas de transmisión de sus caprichos;

3) Porque los juristas de verdad no van a participar en ese modelo de lacayismo judicial; y

4) Con esas condiciones, la principal causa de que la justicia será peor que nunca se encontrará en el perfil deficiente del licenciaducho antediluviano que describimos en los párrafos previos: su carga de sesgos cognitivos lo torna incapaz de hacer buen Derecho.

Pareciera que los disparates de Lenia Batres sobre el common law y Estados Unidos son parte de un mera antología del ridículo, pero en el corazón del reclamo obradorista a la Corte hay la idea, sumamente equivocada, de que el Máximo Tribunal se ha “agringado”, que “legisla”, que invade las competencias del Congreso, cuando lo único que hace es cumplir con lo que le ordena la Carta Magna: controlar que los actos de los poderes Legislativo y Ejecutivo no sean contrarios a la Constitución y los derechos humanos. Eso no es common law, ni es la invasión angloamericana a los tribunales, de hecho tiene su origen en un fuerte movimiento cultural en Europa y el resto de occidente.

A López le irrita que los tribunales no sean oficialías de refrendo de sus designios, pero revisar el poder es lo que hacen las cortes en todos los países con democracias consolidadas. Aunque le moleste al aún ocupante de Palacio Nacional, en ninguna parte de la Constitución mexicana se señala que la Corte Suprema debe disculpar las violaciones del Legislativo a sus propias normas.

Pero el espantajo del common law vende entre la masa que ignora la materia. Al punto de que la ministra Batres, en cada sesión del Pleno de la Corte, suelta afirmaciones cargadas de ignorancia jurídica sobre el extraño enemigo del norte e incluso expresa falsedades en las que ha cometido protoplagios[1].

Si a usted le pareció de miedo que Batres sostuviera ante senadores que la Constitución de Estados Unidos no es escrita, lamento decirle que muchos licenciados mexicanos creen eso e incluso cosas más falsas sobre el sistema jurídico de Estados Unidos.

¿Por qué es relevante esta ignorancia? Porque, en su afán de complacer al autócrata, los jueces pondrán en marcha una justicia mexicana a imagen y semejanza de las creencias y supersticiones de López Obrador: una que no cuestionará las leyes que violan derechos humanos, porque esa revisión sería “gringa”, nada mexicana. 

Resulta inexplicable quién asesora a Lenia Batres, o si esas barbaridades se le ocurren sola. Lo cierto es que la disminución de requisitos para ser juez que marca la reforma de López, así como el voto popular para su designación, aseguran que este tipo de perfil, de practiquillos incultos, arcaicos y etnocentristas, sea el común en la judicatura del nuevo estado mexicano.

Un estado de desastre.

¿Se puede hacer algo? Queda el recurso de cuestionar uno y cada uno de los perfiles que se propongan para la Corte Suprema y el resto de los tribunales del país: toca desenmascarar a los malos legistas que pretenda imponer el régimen.

Al exhibir a los peores, la sociedad civil dificulta la designación de los equivalentes jurídicos de Cuitláhuac García y Cuauhtémoc Blanco. No hay margen para mucho más, pero dejar estos antecedentes servirá para la futura rendición de cuentas en este tema.

Post scriptum: Viridiana Ríos señaló, en el podcast de Expansión de esta semana, que debería existir un mecanismo para evitar las interpretaciones absurdas de la ley que hacen algunos jueces, “pero que tenga dientes”. Ese mecanismo se llama amparo directo y tiene tantos dientes que la Suprema Corte y los tribunales colegiados de circuito anulan miles de sentencias por ese motivo. El nado sincronizado entre Ríos y Batres no solo es penoso, evidencia un libreto que juega con la falta de conocimiento del público sobre estos temas.


[1] Batres discutió con el ministro Laynez sobre la democracia según Madison, atribuyéndole afirmaciones que él nunca hizo, sino que expresó sin citar a su verdadero autor, el profesor Luis Gonzalo Díez Álvarez, de la Universidad Francisco de Vitoria—, cuestión que no sorprende, existe un guión sobre este tema operado por los propagandistas del obradorato, que esta misma semana también atribuyeron a Madison otra afirmación falsa: que los contrapesos tenían como propósito “crear instituciones que evitaran que la población fuera a quitarle dinero a los ricos”, alegando que así buscaban evitar que la población se empoderara. ¿De dónde sacaron que es democrático quitarle su dinero a alguien? Del mismo lugar que el resto de sus supersticiones.

 

El regreso del ogro filantrópico

Y también te vigila

En 1984, la novela de George Orwell ubicada en una distopía totalitaria, hay cuatro ministerios: de la Paz, de la Verdad, del Amor y de la Abundancia.

  • El Ministerio de la Paz promueve la guerra;
  • El Ministerio de la Verdad miente;
  • El Ministerio del Amor tortura; y
  • El Ministerio de la Abundancia favorece el hambre.

En su obra, Orwell señala que “estas contradicciones no son casuales ni el resultado de una vulgar hipocresía: son ejercicios premeditados del doblepensar, pues el poder solo puede conservarse de manera indefinida mediante la reconciliación de las contradicciones”.

Resulta curioso que, en México:

  • La Secretaría de Seguridad tolera a los criminales;
  • La Vocería de la Presidencia miente;
  • El Presidente predica el amor… mientras ofende a periodistas y opositores; y
  • Segalmex causa hambre y escasez.

Ya no se diga que los programas del bienestar no sacan de la pobreza a la gente, sino que la hacen dependiente del subsidio; o que los libros de texto de Marx Arriaga idiotizan, enajenan e ideologizan; o que el sistema de salud no atiende, ni entrega medicinas.

Usualmente, se estima que estas incoherencias no son circunstanciales, ni resultado de una vulgar hipocresía, sino consecuencia de una ineptitud inadmisible.

Pero la clave está en el resto de la explicación de Orwell: tal incapacidad es un mecanismo para conservar el poder.

Así es, esta ineptitud no es un mero efecto de la demagogia de designar personajes con “90% de lealtad y 10% de capacidad”. Sino que la “demencia controlada” permite mantener el estado de cosas, en este caso, el de una necesidad permanente de migajas entregadas por el Estado.

Al igual que en 1984, el obradorato tiene como fin la obtención del poder y el poder definitivo es el control de la mente de las personas: si el Estado te brinda el bienestar, le debes todo al Estado.

Después de esa dependencia material, el paso a sostener que “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado” es meramente de grado.

En otras palabras, el desabasto de medicinas, la ausencia de formación en competencias en los programas sociales o la instrucción deficiente, no son frutos de un gobierno inepto, sino de uno perverso, que justifica su existencia en la precariedad creciente.

En una sociedad libre, donde cada uno obtiene su riqueza y prosperidad, el gobierno se vuelve secundario en la vida cotidiana. Importa únicamente para dirimir controversias y brindar seguridad.

Por el contrario, en las sociedades donde es muy difícil generar riqueza propia, el gobierno tiene un papel central como proveedor y benefactor, su tamaño aumenta y se vuelve más poderoso, costoso y reacio al control de sus facultades. Este modelo genera incentivos perversos: ¿por qué un político acabaría con la pobreza, si su relevancia y poder depende de que sigan existiendo clientelas que necesiten del gobierno? En la práctica, estos personajes se dedican a administrar los problemas, porque no les conviene solucionarlos: solo dan paliativos, para que la gente necesite del gobierno de manera permanente.

López intenta resucitar al ogro filantrópico, al monstruo necesario para un pueblo incapaz de valerse por sí mismo. Y ya cuenta con el repertorio propio del Gran Hermano: una neolengua, un modelo de “socialismo mexicano” demodé, el doblepensar de las argumentaciones de su propagandistas, la posverdad, el pensamiento anticientífico, el etnonacionalismo, la manipulación de la historia y el ataque desde el poder al pensamiento disidente.

Quizá lo más terrorífico de todo esto es que López instauró esas medidas de antigobernanza sin contar con una dictadura.

Ahora, que su régimen cuenta con casi todo el poder, la distopía que padeció Winston Smith se encuentra más cerca de volverse realidad.

 

Los 16 millones de opositores

Además de la tristeza y enojo que es natural en una derrota catastrófica, en la oposición mexicana hay mucha gente decepcionada, pero vale la pena detenerse un momento y ver los números con frialdad. De acuerdo al cómputo distrital, con una avance de 99.79%, estos son los votos y porcentajes que obtuvieron las candidatas presidenciales y el candidato de Movimiento Ciudadano (MC):

  • Claudia Sheinbaum Pardo, coalición oficialista: 59.76%, con 35,757,974 votos;
  • Xóchitl Gálvez Ruiz, alianza opositora: 27.44%, con 16,376,863 votos; y
  • Jorge Álvarez Máynez, MC: 10.32%, con 6,186,508 votos.

Por tanto, hay 16 millones de ciudadanos que votaron en franca oposición al obradorato y 22.5 millones de personas no votaron por Sheinbaum. El país está dividido en una proporción 59/41, considerando indecisos, abstenciones y gente que no sabe llenar bien una boleta.

16 millones es mucha gente. Equivale a casi toda la población de Estado de México, casi dos veces la de Jalisco o la Ciudad de México y tres veces la de Nuevo León. Si bien hay mucho pesimismo opositor como consecuencia del triunfo de Sheinbaum, un cuarto del electorado no es una cantidad despreciable: para cualquier acción social, es un punto de partida muy bueno.

Debe reiterarse, cuatro de cada seis ciudadanos no salieron a votar. De esos seis que votaron, 3.6 optaron por Sheinbaum y 1.6 por Xóchitl. A Máynez apenas lo prefirieron 0.6 electores. Es decir, hay más gente que no sufragó, que personas que votaron por Morena. Será muy difícil que una mayor cantidad de mexicanos salgan a votar, al menos en el futuro próximo, así que la aplastante victoria del oficialismo, considerando a todos los que sí pueden votar, aunque no lo hagan, es de 36 por ciento, un tercio de la ciudadanía, una proporción pequeña para hablar de unanimismo o de que México es territorio moreno.

No, lo que hay en realidad es una sociedad indolente. Un error de los analistas es confundir el éxito electoral con un gobierno efectivo. No hay manera racional de llamar gobierno exitoso a uno que se le mueren 297 mil personas en la pandemia que no debieron perecer, tiene desabasto de medicinas, servicios médicos del cuarto mundo, crecimiento del cobro de piso por parte del crimen organizado y disminución del nivel de vida de la gente (fuera de los que reciben subsidios y ayudas). Y a casi la mitad de la ciudadanía, 40%, le importó poco la situación del país: se quedó en su casa y no votó. Pueden buscarse excusas como la falta de cultura política, escepticismo sobre la democracia, pobreza, lo que usted quiera y guste, lo cierto es que gente de todos los niveles de ingreso y estudios fueron a votar y eso confirma la necesidad de estudiar con seriedad las razones de la desidia electoral de ese 40% de los ciudadanos.

Algunos analistas, descubridores del hilo negro y el agua tibia, han señalado que la oposición perdió por falta de maquinaria territorial. A pesar de lo sesudo de esa observación obvia, han dirigido su crítica a los comentócratas y de forma velada a la sociedad civil que constituyó la marea rosa. Piden que los primeros salgan del club y se bañen de pueblo y a los otros que vayan de puerta en puerta solicitando el voto. Hay una palabra para calificar esas sugerencias, pero los más delicados se pueden ofender si la escribo. Solo diré que es una conclusión muy equivocada.

La función de los comentócratas es opinar de los temas públicos, analizar, valorar y en su caso recomendar líneas de acción. No son profetas, oráculos, ni científicos del porvenir. Pedirles que atinen más que Alvin Toffler es convertir la opinión pública en futurología (y esa pretensión también merece un calificativo que hoy no usaré).

Por otro lado, las clases medias que se manifestaron tenían dos funciones, mostrar músculo en las manifestaciones y aportar presencia en sus círculos, no les tocaba hacer la chamba de los partidos, ellos sí debían de casa en casa pidiendo el voto y reconstituyendo la maquinaria territorial que migró al presupuesto morenista. Va un ejemplo, para que los analistas descubrehilos lo entiendan: la toma de la Bastilla la hicieron las clases bajas, los sans-culottes, no los burgueses. ¿Quieren un ejemplo más moderno? Los electores de Trump fueron la gente menos acomodada del Rust Belt, la gente blanca, anglosajona, protestante y de clase trabajadora. Algunos millonarios acomodados neoyorquinos podrían apoyarlo, pero la vanguardia de cualquier movimiento u opción política no hace el trabajo más grande. En el caso de la oposición mexicana, le tocaba a los partidos mover a las clases medias (y bajas), para que fueran a votar. Y no lo hicieron.

E igual que en la Revolución Francesa, donde las clases bajas no leían a Diderot o Montesquieu, la mayoría de los ciudadanos no leen a los comentócratas. De hecho, a los intelectuales los leen las élites. Y esta pequeña diferencia no la entienden los analistas que ahora culpan a la comentocracia y a la señora de las Lomas que bastante hizo al asolearse para apoyar la marea rosa.

Norberto Bobbio destaca la vinculación entre burguesía y sociedad civil, en alemán, la sociedad civil era la sociedad burguesa y el Código Civil es el código burgués. En un modelo moderno, se distingue a la burguesía de las masas. La burguesía, inéditamente en México, salió a manifestarse, pero su acción no sustituía a la masa que debió votar y que no lo hizo porque los partidos no la movilizaron.

Así que dejemos en paz a las señoras de las Lomas y a los comentócratas, no pretendamos que salgan de sus clubes, ni de sus hoteles y auditorios en Polanco y Reforma. Esta derrota tiene muchos padres, pero esos dos grupos no forman parte de ellos.

Por cierto, también es injustificado el reproche a los analistas por cuestionar las encuestas: en realidad, casi todas las encuestas fallaron. El más acertado fue Mendoza Blanco y Asociados. De las Heras se fue más arriba y todos los demás se quedaron cortos. Los 32 puntos porcentuales de ventaja que obtuvo Sheinbaum eran impredecibles.

En conclusión, la justa realidad es que existen 16 millones de electores que votaron en contra del obradorato, que representan más de la cuarta parte de los que sufragaron y que son un punto de partida excelente para construir el regreso a la democracia. Hoy, más que nunca, necesitamos a los comentaristas y analistas que no cayeron en la normalización del régimen, ni en el recurso facilón de culpar a todos, como si vivieran en otra dimensión. Al régimen se le vencerá en la batalla cultural: esa no se gana sin intelectuales, ni comentócratas. También necesitamos nuevos partidos y darle forma jurídica permanente a la marea rosa, que no es un partido, ni debe serlo. No necesitamos promotores de purgas, sobre todo porque nadie, ni siquiera los más recalcitrantes propagandistas del régimen pudieron predecir lo que sucedió. En lugar de la arrogancia del que ve los toros desde la barrera, se requiere la inteligencia proactiva para delinear rutas posibles, estrategias y acciones que cambien el lamentable estado de cosas. No las podemos esperar de quienes hacen diagnósticos a posteriori, pero que fueron incapaces de determinar causas y soluciones para evitar este desastre: esos se parecen a los malos comentaristas deportivos, que demuelen al entrenador y al equipo, pero no sugirieron un plan adecuado cuando se necesitaba.

El Chernóbil electoral

Los resultados de la elección del 2 de junio de 2024 solo pueden catalogarse, para la oposición, de una manera: catastróficos. Una presidenta morenista que obtiene más votos que López Obrador, llevándose dos a uno a Xóchitl Gálvez, de nueve estados en disputa, la alianza solo obtiene uno, pierde bastiones panistas y el régimen consigue la mayoría calificada que le permitiría ejecutar el Plan C, que reformaría la Constitución para hacer al Ejecutivo el jefe del resto de los poderes del país. Si constitucionalismo democrático significa que todo poder tenga límites y controles, Morena ya tiene las llaves para lograr su objetivo de destruirlo.

Si usted está decepcionado o enojado por los resultados, su reacción es normal. La alianza sufrió una verdadera debacle, causada por la ineptitud y codicia de la dirigencia de sus partidos. Xóchitl Gálvez remató la cadena de fallas opositoras con su ocurrencia de conceder la victoria a Sheinbaum, antes de hablarle a sus electores y de que se dieran los cómputos distritales. Mientras usted pasó horas formado para votar y muchos vimos una afluencia destacada en las casillas, los datos oficiales marcan una participación de apenas 60% (en Jalisco, de acuerdo al PREP, la participación local fue de apenas 52.7%). Los números no corresponden a la percepción general. Si a eso se agrega que el conteo rápido presentado por la presidenta del INE tuvo una muestra menor a las 7 mil 500 casillas que se supone debió considerar y que su anuncio se retrasó casi hasta la medianoche del 2 de junio, todo parece muy raro.

¿Hubo fraude? No hay pruebas mostradas de que se hayan alterado los cómputos en las casillas o su alimentación en el PREP, pero también es fraude desequilibrar las campañas desde la conferencia presidencial diaria y el sembrado de propaganda en las redes sociales, favorecer a la candidata oficial y desacreditar a la opositora. Como señaló hoy Pablo Hiriart: 

“Ayer se consumó el fraude dirigido por el presidente López Obrador, y la tendencia en los medios y de los comentaristas políticos es convencer a la población a aceptar, someterse y adaptarse a la regresión.
De pronto borraron la participación ilegal, reiterada, del presidente de la República en las elecciones. La escondieron. O la ignoraron por los incentivos perversos que brinda la desmemoria ante el poder de los fuertes”.

(https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2024/06/03/la-terrible-regresion/).

¿Debe impugnarse la elección? Sí, y no debe caerse en la idea errónea de que eso no tiene sentido porque Sheinbaum ganó 2 a 1, porque esa ventaja viene de la violación directa de los artículos 41 y 134 constitucional, de la ley electoral, de la compra de voluntades mediante las ayudas y sociales (y la consustancial amenaza de quitarlos, operada por los servidores de la nación, sujetos pagados con recursos públicos). La oficialista podría haber ganado 10 a 1, eso poco importa para efectos de una impugnación, sus votos provienen del uso indebido del presupuesto. Y si el Tribunal Electoral no hace lo que debe, ahí está la Corte Interamericana, que se exhiba el régimen y, en su caso, le ordenen a México medidas de reparación y no repetición. En breve: puedo decirle que hay que impugnar los resultados electorales y que un tribunal decente anularía muchas casillas, solo por la intervención indebida en las campañas.

Pero hagamos a un lado, por un momento, el tema de la impugnación y preguntémonos que debemos hacer y cómo puede cambiar su vida con este resultado. El escenario no es alentador: los mercados respondieron muy mal al carro casi completo de Sheinbaum y puede suceder que haya fuga de capitales. Mi consejo es que no se rinda, hay que doblar la apuesta: hable, opine, critique, proponga, actúe, proteste, usted forma parte de quince millones de electores que no están de acuerdo con la plataforma del gobierno y este le tiene que hacer caso. Uno de los múltiples errores de los normalizadores es tratar al morenismo como una opción política más y no como a un movimiento que busca instalar un régimen que pase por encima de los derechos de las minorías. En una democracia, las decisiones de las mayorías tienen como límite los derechos fundamentales de todos: esa no es la visión de López, ni de su sucesora. Y usted no tiene obligación de tolerar ese autoritarismo, que suele llamarse dictadura o tiranía de las mayorías. Los partidos que, valiéndose de las urnas, acceden al poder pero dinamitan sus controles, son enemigos de la democracia y no son tolerables.

No lo invito a la rebelión armada, quiero ser muy claro: le propongo que no tolere los abusos del poder. Si Sheinbaum cree que puede destruir el control judicial de los actos de autoridad o erradicar los órganos autónomos como el INE o el Inai, su gobierno no es leal a la democracia: si bien hay la apariencia de que recibió un amplio mandato popular, su gobierno no deja de ser uno ordinario y, si pretende reformar la Constitución, no puede disminuir derechos, so pena de que los tribunales internacionales condenen su actuación. Quizá al morenismo no le importe hacer de México un paria de la comunidad internacional, como Cuba o Venezuela, pero sí les interesa el dinero y ese no suele quedarse en dictaduras bananeras, salvo cuando las inversiones tienen agendas corruptas. Los mayores impuestos vienen de los grandes negocios y ellos huyen de países violentos y sin Estado de Derecho, dos características que se han agravado durante el obradorato y que solo pueden empeorar si se pone en marcha el Plan C, tanto en su versión original como en la disminuida que controla a la Corte Suprema y los tribunales.

Quizá se pregunte si vale la pena seguir luchando, luego de que más de 33 millones de sus compatriotas votaron por un gobierno incapaz, demagogo y corrupto, como el que ofrece Morena. Fueron casi 6 de cada 10 electores los que votaron a favor de la candidata a la que se le derrumban las escuelas, se le cae el metro y se le contamina el agua. Si Sheinbaum gobernó tan mal la Ciudad de México, ¿por qué tanta gente votó por ella? Resulta bastante obvio que las ayudas sociales son el motivo de esas predilecciones. Lo fácil es ver a esos electores como enemigos y asumir que se merecen todo lo malo que puede traer el Plan C. Tal vez considera que lo mejor es irse de este país, porque su gente no tiene remedio. Pero eso es un error, en México siempre ha habido (y habrá) gente que prefiere a los malos políticos. Nuestro trabajo, como ciudadanos libres, es primeramente evitar que las malas decisiones de las mayorías atropellen nuestros derechos. En segundo lugar, nuestra labor es lograr que la sociedad en su conjunto no se perjudique como resultado de los criterios equivocados: para alcanzar estas dos finalidades, es indispensable no odiar a esa mayoría, sino convencerla de que está actuando en contra de su propio beneficio (aunque crea que una ayuda bimestral sea mejor que tener buenos hospitales y servicios públicos). Si amamos a este país, no podemos dejar que se vaya al abismo, por más que 30 millones sigan empujándolo hacia a ese destino.

No le voy a negar que migrar es la opción más rápida para desembarazarse de estas complicaciones gubernativas, pero no deberíamos estar obligados a irnos de México, solo porque una mayoría estima que nuestros valores e idea del mundo deben ser exterminados. En suma, no tenemos a un gobierno para que nos proteja (cuando ese es su trabajo), pero seguimos teniendo la inteligencia y voluntad para seguir adelante… e impedir que el gobierno o sus seguidores destruyan nuestros derechos y libertades.

Usted no va dejar de defender sus derechos porque López es un aprendiz de autócrata y su discípula tiene metas similares. Anímese, lo único que cambió es que tendremos que defender con mayor intensidad la vida, verdad y libertad que el régimen nos ha violentado.

Hoy es el primer día de la batalla por la libertad: convirtamos este Chernóbil electoral en un jardín de flores. Se puede y se debe.   

La última, antes de las elecciones

Después del 2 de junio, el dinosaurio seguirá allí, como en el cuento de Monterroso. Puede que gane la presidencia, puede que la pierda y no reconozca los resultados, pero los siguientes seis años tendremos que lidiar con el conflicto de un país dividido, donde cada mitad tiene valores y creencias opuestos. En una frase, México está dividido en dos ideas del mundo y eso no va a cambiar porque Xóchitl o Sheinbaum sea presidenta.

Por supuesto, la mitad que tiene el poder actualmente quiere anular a la otra y ya se frota las manos para el ajuste de cuentas respectivo. Quizá una de las manifestaciones más burdas de ese intento la anunció la dramaturga Sabina Berman, en un tuit que dice lo siguiente:

“Lo que nos mostró este sexenio es que es una aberración tener Medios de Comunicación preponderantes que no comunican a la sociedad.
Medios de Comunicación que propagan propaganda de un solo bando, la Derecha, y no tienen una pluralidad de voces.
Medios que de facto se volvieron la Derecha.
Vivimos un interegno [sic]. Han dejado entrar algunos invitados de la Izquierda.
Pero para no repetir la polarización, el nuevo gobierno debería asegurar que el espectro se volverá realmente plural.
¿Cómo?
Hay varias formas.
Por lo pronto hay que notar que Medios de Comunicación que no comunican son un peligro para la democracia”

https://x.com/sabinaberman/status/1795476435689242715

No es la primera vez que los morenos externan ocurrencias de corte orwelliano. José Merino, el de las ivermectinas administradas sin el consentimiento de los pacientes, ya había sugerido campos de reeducación para los críticos de López. Ahora Berman propone un Ministerio de la Verdad que asegure “que el espectro se volverá realmente plural”, “para no repetir la polarización”.

La versión obradorista de la pesadilla descrita por Orwell en su novela 1984

Y no es que Berman no sepa que para eso existen los medios del Estado, para garantizar el pluralismo de una sociedad democrática. Desde hace tiempo se instaló en la cabeza de López y sus acólitos que las radios y televisoras deben tener los contenidos e ideología que desee el gobierno, “porque son medios concesionados”, tramposamente extienden la idea a los periódicos y revistas, que no son concesiones del gobierno.

Todo el planteamiento morenista es tramposo: que, en México, tener un canal de televisión esté sujeto a una concesión, es un mero accidente histórico. No es (ni debería ser) un modelo universal. En los países con Estado de Derecho, el gobierno es el garante del orden público, ni más, ni menos. Eso implica que la libertad de expresión no debe cometer delitos, ni violentar derechos de terceros. Esa es la razón por la que, en Estados Unidos, los contenidos para adultos no se transmiten en la barra de caricaturas para niños, pero ninguna administración presidencial se atrevería a decirle a Fox o CNN que debe tener comentaristas de una determinada ideología.

En decir, las democracias serias solo evitan, a priori, que los medios afecten los intereses de los menores. Cualquier otra infracción no es materia de censura previa, ni el gobierno impone ideologías a las empresas de comunicación.

Lo que hay detrás de este deseo no reprimido de Berman, quien ni siquiera se esperó a que pasaran las elecciones, es la intención de aniquilar cualquier disidencia. Parte de la posición que ve las elecciones del domingo como un trámite y ya anuncia el ajuste de cuentas. Supongamos por un momento que Sheinbaum gana por los 20 mil puntos de ventaja que le dan las encuestas tradicionales: adiós a Primer Plano en Canal Once; amagues a Televisa para que desaparezcan, o reformen al modo oficialista, programas como Tercer Grado y Es La Hora de Opinar. La ironía del asunto es que aquellos que no tuvieron el valor para enfrentar a los prototiranos, serán los primeros en irse: en la autocracia de Sheinbaum, no hay cabida para los Leo Zuckermann, Raymundo Riva Palacio, Sergio Sarmiento y otros más que se moderaron frente al régimen. Como dijo Ben Franklin, “quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”. Ni programa de televisión, hay que agregar. Suerte parecida enfrentarían Pablo Hiriart, Manuel López San Martin y similares en TV Azteca. Ya no se diga en los radios y periódicos: todos serían como el Milenio actual. El destino de Ciro Gómez Leyva, Azucena Uresti y Carlos Loret sería el ostracismo, en el mejor de los casos.

Si gana Sheinbaum, será el tiempo de los Jorge Zepeda, moneros y youtubers del bienestar y la plaga obradorista que invadió los programas de Televisa. Ese es el pluralismo que quiere Berman, el de la voz única, porque la polarización se evita cuando uno de los polos es destruido.

Hay cientos de razones para votar por Xóchitl Gálvez este domingo 2 de junio. Nadie con criterio puede celebrar la inseguridad, crisis de salud y mala economía del gobierno de López, que Sheinbaum pretende continuar. Yo te agrego una: quizá esta sea la última ocasión que puedes opinar sobre lo que pasa en el país, que tendrás libertad de criticar al gobierno, de quejarte de lo que no funciona, de protestar, de proponer soluciones a lo que está mal. Porque el segundo piso de la transformación no admite que no estés de acuerdo, porque, para ellos, los morenos, eso es polarización, es ser de derecha, neoliberal, conservador, los peores pecados en este país.

Date la oportunidad de seguir hablando cada que quieras: sal a votar, sin miedo a este gobierno, que ya tiene fecha de caducidad. Demuéstrales que tu voto no es un mero trámite.

 

 

El manifiesto populachero de Sheinbaum

El comunicado de los 900 abajofirmantes, en apoyo de Claudia Sheinbaum, reúne todos los requisitos de un cliché: es una reacción a un desplegado de la comunidad cultural en favor de otra candidata, no nace de un liderazgo independiente, sino de una orden política y el ensamble está formado por burócratas, gente de instituciones educativas, así como de personajes de los medios y la farándula cuya posición oscila entre la militancia ideológica y el propagandismo a sueldo. En suma, es una imitación de baja calidad del respaldo dado a Xóchitl Gálvez. Barata es la palabra que mejor define a esa reacción del oficialismo.

La ironía del asunto es que la respuesta inicial de Sheinbaum al bando pro Xóchitl fue mejor que su reacción posterior (consistente en una imitación chafa de la iniciativa opositora): primeramente, la candidata oficialista sostuvo que el desplegado de intelectuales no influirá en las preferencias electorales. Suena ardido, puede ser erróneo, pero al menos tenía la gracia de demeritar los esfuerzos del adversario y poner en duda sus resultados. Si el asunto hubiera quedado en esa respuesta desdeñosa, el desfiguro habría sido menor. El problema es que vino una segunda reacción, esquizofrénica: si tan poca influencia electoral tenía un desplegado, ¿para qué hacer una versión cuatrera, simi, de esa iniciativa? Esas contradicciones y bandazos en campaña son una mala carta de presentación para un eventual gobierno “de segundo piso” y hacen cuestionar quién toma las decisiones en el equipo morenista o, peor aún, si la candidata del oficialismo tiene identidad disociada: el extraño caso de la doctora Sheinbaum y Ms. Chaira.

La cuestión esquizoide da para un análisis extenso, pero en esta ocasión quiero centrarme en otro aspecto del tema y es la franca diferencia entre la calidades de los suscriptores del desplegado original y de su calca oficialista. No son dos desplegados de intelectuales: el primero sí lo es, el segundo es un oficio de la intelligentsia.

Como explica Gabriel Zaid en su ensayo fundamental sobre los intelectuales, la intelligentsia “es todo el estamento letrado nacional”[1], “no es el conjunto de los intelectuales”[2]. Los intelectuales opinan “en cosas de interés público con autoridad moral entre las elites”[3], no son “los que opinan por cuenta de terceros”[4], o lo hacen “sujetos a una verdad oficial (política, administrativa, académica, religiosa)”[5], mucho menos aquellos que “son escuchados por su autoridad religiosa o su capacidad de imponerse (por vía armada, política, administrativa, económica)”[6], ni “los que se ganan la atención de un público tan amplio que resulta ofensivo para las elites”[7]. Es decir, una panda de tipos que cobran en el gobierno (o cuyos parientes están en nómina), cantantes, periodistas de espectáculos, o personajes cuyas expresiones “no interesan al público”[8], que opinan sujetos a la verdad oficial de su pagador gubernamental, no son intelectuales: parafraseando al maestro, mientras “los intelectuales pasan de los libros al renombre” [9], la intelligentsia obradorista pasa de los panfletos al poder.

Mucho daño hizo Gramsci con su idea del intelectual orgánico. La realidad es más sencilla que sus alucines resentidos: si el opinador es orgánico, no es intelectual. Un escritor, artista o científico que actúa como vocero o propagandista del gobierno no es un intelectual. Puede ser una persona educada, pero la independencia es lo que distingue al intelectual. Puedo dar fe de que, al menos una docena de los firmantes del desplegado en favor de Xóchitl Gálvez son personas que respaldaron a la hidalguense sin línea de por medio, en algunos casos hasta con el realismo de saber que hay mucho de la candidata que no les gusta, pero que la reconocen como la única opción para evitar que este país se vaya a la dictadura. Por el contrario, el manifiesto a favor de Sheinbaum está lleno de nombres mundialmente desconocidos, ¿entre qué elites sus opiniones tienen autoridad moral?

Líneas arriba señalé que el manifiesto simi fue suscrito por burócratas, gente de instituciones educativas, así como de personajes de los medios y la farándula. No usé la palabra académicos porque no todo el que trabaja en centros de educación superior lo es: un académico construye teorías, de lo contrario solo es un tipo que da clases.

Peor aún, abajofirmantes como Romero Tellaeche son (malos) burócratas de la educación. Habría que preguntarse si la destrucción del CIDE es un buen respaldo a la candidatura de Sheinbaum, salvo que la candidata “científica” crea que es una buena idea que sus promotores sean mandarines del doble estándar: para ellos, doble salario (directivo y docente), aunque solo den una clase simbólica, cada venida de obispo; para sus profesores, exigencia de jornadas a destajo, como si impartir cátedra fuera igual a poner tornillos en una maquiladora. A la simulación docente y de investigación, amparada en subterfugios le agregan la conducta del siervo malvado del Evangelio de Mateo. ¿Cuántos profesores verán en esos apoyos a Sheinbaum el riesgo de que se perpetúe el modus operandi de esos directivos?

Resulta claro que Álvaro Cueva, Eugenia León o Maya Zapata tienen un público amplio, lo que los aleja de cualquier pretensión intelectual. Entran en la categoría de celebridades y personajes de los medios. La pregunta es por qué ellos están en el desplegado y no otros integrantes similares de la 4T, como Jairo Calixto Albarrán, Tenoch Huerta y los moneros del bienestar. ¿Por qué Violeta Vázquez y Karla Motte sí, pero Carlos Pérez Ricart y Vanessa Romero no? El criterio no es cualitativo, el manifiesto está lleno de grillos y personajes poco presentables. La respuesta más probable es que, aunque lo niegue Morena, es un partido de tribus, igual que su padre el PRD. Y en el palomeo de la lista de firmantes caben el padre de un secretario de Estado, un integrante del consejo consultivo de Morena, uno de los triunviros del movimiento unamita de huelga y la madre de Sheinbaum, pero no entran Bertha Luján, el Fisgón, Antonio Santos Romero o Carlos Imaz.

En una lógica diferente, en la lista están Juan Ramón de la Fuente y Olga Sánchez Cordero, pero no aparece Arturo Zaldívar. Y, a pesar del bajo nivel del conjunto de signatarios, no están presentes los youtubers o Hernán Gómez. Por ello, podría aventurarse que “Ciencia y Academia”, la fantasmagórica instancia responsable de la publicación del manifiesto, también excluyó a los oficialistas con peor reputación pública.

Y, si quedara alguna duda sobre la calidad de los suscriptores del manifiesto a favor de Sheinbaum, los contrastes formulados por el maestro Zaid zanjan el punto: “los intelectuales son afines al mundo editorial y periodístico, a ejercer sin títulos, al trabajo free-lance. La intelligentsia es más afín al mundo académico y burocrático, a las graduaciones, a los nombramientos, a cobrar en función del calendario transcurrido. Los intelectuales sueñan con la santidad socrática, mientras acumulan capital en la farándula de la opinión pública. La intelligentsia sueña con la santidad platónica, mientras acumula capital en la grilla de los ascensos”[10].

Existe una perla que corona al documento pro Sheinbaum como un mecanismo de ejecución de la clase política, estamento que, por definición, es distinto de los intelectuales: en su arrogancia, el comunicado oficialista señala que lo suscriben intelectuales (e incluso así titularon su encuentro con la candidata de Morena), mientras el manifiesto a favor de Xóchitl Gálvez identifica a sus firmantes como integrantes de la comunidad cultural. Los políticos suelen padecer el sesgo cognitivo Dunning-Kruger, es decir, se sienten hábiles y listos cuando no tienen esas aptitudes… o se creen intelectuales cuando no lo son.

Lo cierto es que no hay mejores perfiles en el desplegado calca por una sencilla razón: porque el obradorato carece de ellos. Y esa es una de las desgracias de un tirano (y su aprendiz): no tienen pensadores, ideólogos, historiadores y policymakers que puedan construir la dignificación de su mito. La tragedia del populista es solo poder construir contenido populachero y es casi imposible que López pueda superar esa circunstancia: la crónica, análisis, crítica y enjuiciamiento (histórico, político y jurídico) de su paso por el poder será realizada por los que él llama adversarios, así que desde ahora ya puede imaginar el saldo correspondiente.


[1] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 84). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[2] Ídem.

[3] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 79). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[4] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 79). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[5] Ídem.

[6] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 79). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[7] Ídem.

[8] Ibídem.

[9] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 85). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle.

[10] Zaid, Gabriel. De los libros al poder (p. 85). Penguin Random House Grupo Editorial México. Edición de Kindle. 

Estupidez sincera e ignorancia suprema

 

Por definición, la estupidez es dañina. Perjudica a su autor y/o a los demás. Además, cuando el tonto es detentador del poder, el efecto expansivo de su torpeza es terrible. En política pública llamamos ocurrencias a las estupideces puestas en marcha desde el poder, o sea, a cualquier acción de gobierno carente de factibilidad, ya sea por su mal diagnóstico del problema, errónea identificación de sus causas, adopción de soluciones que no son tales, o por su pésima planeación, programación o ejecución.

En ese contexto, el de la política pública, López Obrador es un gobernante muy ocurrente: megafarmacias, aeropuertos horribles e incomunicados, aerolíneas malhechas y pagadas con recursos públicos, refinerías que se inundan recurrentemente y que no refinan, trenes que destruyen selvas y contaminan el agua, desaparecer apoyos a guarderías y reconducir sus recursos a programas asistenciales sin padrones transparentes, remakes de la Conasupo que no suministran bienes pero desvían miles de millones de pesos, destrucción de la ciencia y tecnología “porque es neoliberal”, programas de salud que dejaron de ser eficaces por ajustes innecesarios e incorrectos, así como un larguísimo etcétera.

La novedad es que sus propagandistas ahora afirman que este conjunto de desatinos presidenciales no viene del dolo, la mala intención o el propósito de mentir o engañar, sino de la sinceridad.

Confieso que solté una carcajada cuando escuché esa aseveración en un episodio de Es la hora de opinar. Y recordé la famosa frase “no me ayudes, compadre”. En su afán de torcer la realidad, una propagandista del régimen convirtió a López Obrador en un ignorante bien intencionado o un estúpido sincero.

Porque no hay justificación de que el gobernante más poderoso de este país no sepa o comprenda las cuestiones básicas de política pública. Para eso tiene asesores y secretarios que deberían servir para algo diferente que darle por su lado.

Lo peor de todo es que quizá esa propagandista del obradorismo tenga razón y López sea alguien que se cree lo que dice. Y esto confirma la vieja crítica que Sartori hizo al socialismo/izquierda por el doble estándar zurdo: evalúan a su tribu por sus intenciones, mientras condenan al capitalismo/derecha por sus resultados.

Lo que está detrás del alegato de la sinceridad presidencial es la afirmación de que López es un tonto bienintencionado. No es que mienta constantemente, como ha contabilizado Luis Estrada, sino que difunde falsedades y comete malhechuras porque no sabe.

Lo grave es que, de aceptar esa tesis, López nunca estuvo capacitado para gobernar.

Martin Luther King sostenía que “nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”. Más de 600 mil muertos durante la pandemia, crecimiento económico nulo y disminución del poder adquisitivo de las clases medias confirma esa afirmación y que López Obrador era y es un peligro para México…

Mendieta, el pernicioso

(Texto publicado originalmente el 21 de julio de 2019)

Pernicioso, sa.

Del lat. perniciōsus.

1. adj. Gravemente dañoso y perjudicial”.

RAE. Diccionario de la lengua española.

Esta parte del mundo tiene una historia de embusteros y charlatanes que surge desde antes de que existiera México: Cortés embaucó a los aztecas y tlaxcaltecas, Picaluga traicionó a Guerrero y Henry Lane Wilson concentra lo peor del intervencionismo estadounidense.

Por otro lado, los mexicanos hemos sido bendecidos por algunos extranjeros nobles y buenos, que han regresado al ciento por uno lo que el país pudiera darles: desde el belga Camille Pirotte hasta don José Gaos, pasando por el noble Tatsugoro Matsumoto y don Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, nuestra nación ha sido favorecida por el trabajo, generosidad y sabiduría de extranjeros.

En particular, México tiene una gran fortuna en los inmigrantes españoles, que verdaderamente han hecho patria en estas tierras. No obstante, a veces surge algún vividor que viene a timar a los ciudadanos e instituciones. Uno de esos bribones es Abraham Mendieta.

Los estafadores tienen una herramienta básica en su repertorio de artimañas: la distracción. Desde el que engaña con “¿dónde quedó la bolita?”, hasta el carterista del famoso “dos de bastos”, los pillos utilizan el despiste como mecanismo para asegurar la eficacia de sus tretas.

Una de las especies del desvío de atención es la del “loco con su tema”. Por ejemplo, ante una serie de señalamientos, el acusado escoge uno —el que le parece más débil—, le pone una etiqueta que no le corresponde, pero que al inculpado le resulta conveniente y se aferra a defender su definición del asunto, abstrayéndose de todo lo demás que le marcaron. Eso es lo que hizo Mendieta con su alegato absurdo “de que quieren expulsarlo de México por ejercer su libertad de opinar”[1].

Empecemos por desmontar la mentira: lo que hace Mendieta no es “opinar”. Si mi tío de Asturias está jugando dominó en un café de Guadalajara y se queja de que “el maldito gobierno no limpia bien las alcantarillas y por eso hay inundaciones”, su opinión está tutelada por el artículo sexto constitucional y tiene todo el derecho de criticar al mal gobierno. Si decide mandar una carta al diario solicitando que destituyan al funcionario encargado de desazolvar desagües, porque es un inepto, también ejerce su libertad de opinar dentro de los límites de la regularidad constitucional. Si su molestia aumenta y participa en la asamblea de colonos de su fraccionamiento, redacta y firma una carta colectiva exigiendo al alcalde que haga su trabajo, también lo protege la Constitución. Como ya está muy cabreado, si opta por escribir una columna en un diario en la que explica el mal manejo financiero de ese departamento, señalando montos asignados y falta de resultados, también ejerce la libertad que le tutela el mencionado artículo sexto.

Pero, si mi querido tío escoge tuitear a favor de un candidato que promete cesar a los funcionarios municipales incompetentes, se dedica a pelear en redes sociales con los detractores de ese candidato y, cuando gana la elección, se va a trabajar como asesor de un regidor de su partido, mientras escribe columnas en contra de los críticos de su ídolo, al que defiende a capa y espada, eso ya no es libertad de expresión, sino que mi tío se está entrometiendo en asuntos políticos de México… y, como es extranjero, esa conducta está constitucionalmente prohibida.

Como el terco, al igual que la cabra, tira al monte, seguramente Mendieta seguirá con su necedad de que sólo se expresa libremente, pero, para su mala suerte, presentó un artículo en Nexos donde se ostenta como “consultor político en distintas campañas federales de Morena en México”[2]. Si es consultor político de un partido nacional, ¿no es evidente que se inmiscuye en asuntos políticos del país? 

Mendieta, como embustero que es, invoca la reforma constitucional de 2011 para decirse protegido de hacer lo que hace —a lo que califica de “opinar”, pero que  en realidad es una intrusión plena en política interior mexicana, prohibida constitucionalmente—, pero nuevamente se equivoca: la Corte Suprema determinó que las restricciones expresas, establecidas en la Constitución, prevalecen frente a cualquier tratado[3]. Lo bueno es que Mendieta cobra como asesor del Senado e ignora este tema, que es indispensable para cualquier proceso legislativo.

Resuelto el punto de que el señor Mendieta no “opina”, sino que se inmiscuye en los asuntos políticos del país y el artículo 33 constitucional prohíbe que los extranjeros se metan en esas cuestiones, hay que recordar que, además de entrometido, no ha respetado las leyes migratorias y tributarias de México[4].

El podemita puso una trampa y la gente cayó en ella: el señor tiene una calidad migratoria que le impide ser asesor en una cámara legislativa, su estatus es incompatible con el pago del impuesto sobre la renta (desembolso que debería hacer, porque recibe un sueldo) y está interfiriendo en los asuntos políticos de México, lo que está tajantemente prohibido por la Constitución. Pero él dice que lo fustigan “por opinar”… y mágicamente su condición migratoria ilegal, evasión fiscal y entrometimiento en asuntos políticos que no le corresponden, se convierten en “opinar”… y varios le compran el cuento.

El silogismo es muy sencillo: si la a) Constitución establece que los extranjeros no podrán de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos políticos del país; b) Mendieta es “consultor político en distintas campañas federales de Morena en México” y cobra como asesor en el Senado; por tanto, c) interviene en política interna mexicana y su conducta contraviene la Constitución.

Si alguien no respeta las leyes migratorias y fiscales, violenta la Constitución, insulta a nacionales del país y, en el colmo de la desfachatez, invoca la libertad de expresión prevista en el sexto constitucional, pero es un empleado de gobierno que bloquea mexicanos en redes sociales —vulnerando el derecho a la información de los que sí pueden intervenir en asuntos de política interna—, estamos en presencia de un sujeto dañoso y perjudicial para el país: un pernicioso.

Mi familia es de inmigrantes, detesto la xenofobia, pero es legítimo preguntar si los senadores de Morena no están vulnerando el artículo 32 de la Constitución, que señala que “los mexicanos serán preferidos a los extranjeros en igualdad de circunstancias, para toda clase de concesiones y para todos los empleos, cargos o comisiones de gobierno en que no sea indispensable la calidad de ciudadano”: ¿en verdad no hay mexicanos más competentes para hacer la labor de asesor legislativo por la que cobra Mendieta, que ni siquiera conoce los criterios de la Suprema Corte mexicana?

Tirar dinero de los contribuyentes en subvencionar a un sujeto ignorante y faccioso, ofensivo con los mexicanos e irrespetuoso de las leyes del país, es perjudicial y gravemente dañoso. Una cosa es que un mexicano insulte al expresidente Calderón y otra que un invitado a nuestra nación lo compare con el asesino y traidor Victoriano Huerta[5]: Mendieta es un extranjero pernicioso, entrometido en asuntos que la Constitución le prohíbe y que seguramente está contratado en violación del artículo 32 constitucional.

Ese sujeto nocivo debería salir del país y al presidente López le toca demostrar que eso de “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie” no es la regla a secas exclusiva para los enemigos, sino que también aplica a los prosélitos que esperan gracia e impunidad del gobierno actual.


[1] https://twitter.com/abrahamendieta/status/1151705626785079297

[2] https://redaccion.nexos.com.mx/?p=9641

[3] Las normas de derechos humanos, independientemente de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, entendiendo que cuando en la Constitución haya una restricción expresa al ejercicio de los derechos humanos, se deberá atender a lo que indica la norma constitucional. Cfr. https://sjf.scjn.gob.mx/sjfsist/Paginas/DetalleGeneralScroll.aspx?id=24985&Clase=DetalleTesisEjecutorias

[4] El asunto ya fue reclamado por el Grupo Parlamentario del PAN en el Senado, desde febrero de este año: http://infosen.senado.gob.mx/sgsp/gaceta/64/1/2019-02-12-1/assets/documentos/GPPAN_Senadores_Abraham_mendieta.pdf

[5] https://twitter.com/search?q=%23CalderonEsHuerta%20%40abrahamendieta&src=typd y, particularmente, https://twitter.com/abrahamendieta/status/1146822263020412930

La culpa no la tiene “el güero”

En la conferencia matutina del miércoles 6 de marzo de 2024, Elizabeth García Vilchis, colaboradora del presidente López y encargada del segmento Quién es quién en las mentiras de ese espacio, exigió, sin que el jefe del Ejecutivo se opusiera a ello, que el Instituto Nacional Electoral interviniera respecto a las declaraciones de Jorge G. Castañeda en el programa Es la hora de opinar del lunes 4 de marzo, que estiman son “acciones antidemocráticas”. Pidieron, en plural, que Televisa y el Instituto Nacional Electoral revisen, “no con el ánimo de censura, es para que la gente se dé cuenta”, que el órgano electoral “intervenga en este tipo de aseveraciones que se hacen en programas de Televisa, y también a Televisa que revise este tipo de contenidos con sus comentaristas”.

¿Qué dijo Castañeda en Es la hora de opinar? Señaló que en la campaña de Xóchitl Gálvez no han puesto en marcha una campaña negativa o de guerra sucia contra Claudia Sheinbaum. Castañeda aclaró que no recomendaba que la hicieran, que él no tiene “vela en el entierro”, pero que le parecía lógico, de manual de campañas, que se usara el “go negative” con Sheinbaum y López Obrador, pero sobre todo con ella “con investigación de oposición, con chismes, con todo”, pero que “no lo están haciendo”.

Elizabeth García Vilchis expresó su indignación porque Leo Zuckermann y los integrantes de la mesa de los lunes en Es la hora de opinar no dijeron nada “ante esta declaración a todas luces antidemocrática” de Castañeda. También dio una nota de humorismo involuntario al homologar una mentada de madre de Héctor Aguilar Camín a López Obrador, proferida en otro contexto, con una mancha a “la figura presidencial, la investidura, a nuestro país, en estos actos tan antidemocráticos”. Más allá de la impostura propagandística del régimen, hay dos puntos centrales a tratar: 1) si la Constitución prohíbe las campañas negativas (lo que no es obvio); y 2) si los dichos de Castañeda constituyen apología de una figura ilícita o solo son un mero comentario, dentro de los márgenes constitucionales de la libertad de expresión.

La Constitución únicamente señala que “los partidos políticos y los candidatos en ningún momento podrán contratar o adquirir, por sí o por terceras personas, tiempos en cualquier modalidad de radio y televisión”, que “ninguna otra persona física o moral, sea a título propio o por cuenta de terceros, podrá contratar propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular”, que “queda prohibida la transmisión en territorio nacional de este tipo de mensajes contratados en el extranjero” y que, muy importante para este caso, “en la propaganda política o electoral que difundan los partidos y candidatos deberán abstenerse de expresiones que calumnien a las personas”.

Dado que a) Jorge G. Castañeda no es candidato; b) no actúa como integrante de un partido; y c) su participación en un programa de debates no es propaganda contratada en televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular; se pueden establecer cinco conclusiones.

I. Hay una primera cuestión a puntualizar: no afecta la equidad de la competencia electoral que se critique al presidente o se señalen presuntas irregularidades cometidas por él o sus familiares, por la simple y sencilla razón de que ninguno de ellos es candidato a un cargo público de elección popular. En el colmo del cinismo, López pretende que sea considerada como un derecho su ilegal condición de jefe de campaña/candidato que no está en la boleta: el señor al que la Constitución le prohíbe intervenir en las elecciones, se duele de que su imagen se vea afectada dentro de estas. Dicho de otra manera: ¿no se supone que está al margen del proceso?

II. En segundo término, la incongruencia legal viene acompañada de una incoherencia política: el personaje que tiene veinticuatro años insultando, criticando, señalando y ofendiendo a todo aquel que no opina como él, no quiere que ni siquiera se sugiera el exponer sus posibles fallas y errores. La ironía es que, desde su inventada superioridad moral, el presidente acusó a los medios de sentirse bordados a mano, incapaces de aceptar que los toquen ni con el pétalo de una rosa y dispuestos a señalar la paja en el ojo ajeno, sin apuntar las vigas en los propios… cuando el que porta esas incongruencias es el mismo López Obrador. El epíteto de cobarde matoncito, dado por un expresidente boliviano, se confirma en esta conducta, que puede resumirse en la coloquial frase “le gusta hacer, pero no que le hagan”.

III. En tercer lugar, aunque la Constitución dijera, con letras de oro, que están prohibidas las campañas negativas, esta disposición sería inconvencional. No está prohibido “hablar mal de un candidato”, lo que se prohíbe es calumniar, injuriar, difamar… y no se necesita que la Constitución lo explicite: son los límites racionales de la libertad de expresión. Planteado en español usual: es ilegal mentir sobre un candidato, insultarlo sin motivo, o exponer su intimidad sin una razón justificada, lo que no está prohibido es ventilar videos donde él o sus colaboradores reciben sobres con dinero, planean actos irregulares o pactan negocios al amparo del poder.

IV. En cuarto lugar, Castañeda no recomendó un acto ilícito. No dijo “deberían acusar a Sheinbaum de delitos que no cometió”. Su exposición se parece a la de un profesor de derecho penal que explica en clase los elementos del homicidio calificado: al dilucidar qué es premeditación, alevosía y ventaja, no está haciendo apología del asesinato. Al señalar qué tipo de evidencias y argumentos podrían hacer que la fiscalía no probara la culpabilidad del acusado más allá de toda duda razonable, no comete un delito. Si los números de las candidatas no se han movido de manera significativa, la lógica de campañas recomienda aumentar los negativos de la puntera. Bajo el absurdo criterio de López y Vilchis, los autores de los libros sobre estrategias electorales deberían estar en Alcatraz y tirar las llaves de sus celdas.

V. En quinto término, esta situación confirma la verdad del viejo dicho que recomienda no criar cuervos, porque te sacarán los ojos. Fue una mala decisión abrirle la puerta de Es la hora de opinar a propagandistas del obradorismo (sí, son propagandistas, algunos de ellos incluso son parte del equipo electoral de Sheinbaum): si de por sí es errado intentar apaciguar a un tirano, resulta peor hacerlo por la vía de llevar paleros a una mesa de analistas, porque disminuye la calidad del debate y de todos modos no evita los afanes de censura desde la presidencia de la República. En el caso, de entrada existen dos lamentables anomalías: a) hay una deshonestidad flagrante en participar en una mesa de analistas cuando se pertenece a una de las partes examinadas; y b) estos convidados/hinchas carecen de las capacidades de los panelistas usuales. Algunos de ellos han dado episodios vergonzosos, exponiendo teorías de la conspiración propias de un programa sensacionalista o argumentaciones que solo se admitirían si las falacias en grado de maroma fueran deporte olímpico. Si la nota distintiva de Es la hora de opinar era la calidad de sus analistas, incorporar a estos personajes del obradorismo es un contrasentido. Resulta deseable tener todo tipo de voces en un debate plural de los asuntos públicos, lo que es equivocado es incorporar gente sin la capacidad necesaria para discutir con solidez y seriedad estos temas. Personas como Javier Tello o el difunto Nacho Marván son ejemplos de que sí se puede tener analistas de izquierda con el nivel apropiado. Una salida digna en este tema sería prescindir de los propagandistas del obradorismo: si el régimen pide la censura de un programa televisivo donde participan sus promotores, lo congruente es que ellos se retiren de ese espacio, que su jefe considera indigno.

Más allá de todo esto, mi solidaridad con “el güero” Castañeda, que de todo podrán señalarlo, menos de conservador.