En un episodio de Los Simpson el representante de Rusia ante Naciones Unidas revela que la Unión Soviética fingió todo el tiempo su disolución: después de pulsar un botón, surgen tanques de los carros alegóricos de un desfile en Moscú, se vuelve a dividir Alemania y Lenin revive, caminando como un zombi.
Sería muy ingenuo pretender que el totalitarismo en México solo sucederá como en ese episodio de Los Simpson. Nadie espera que, al día siguiente de la toma de protesta de Sheinbaum, se ponga un ushanka, se cuelguen pendones con su rostro en todo el país y se instalen gulags en Campeche.
Sin embargo, hay quienes creen que estamos libres del riesgo de un estado de corte orwelliano, dada la notoria ineptitud del obradorato y la falta de recursos para reprimir y perseguir a comentaristas, intelectuales y críticos, ya que consideran que el régimen carece de talento y capacidades para realizar operaciones a gran escala contra los que disienten, sea en los medios tradicionales o en las redes sociales.
Ese enfoque es muy cándido. Para tener un estado orwelliano no se necesita inteligencia, ni siquiera amplios recursos, mucho menos un gobierno hipertrófico, ni un Hermano Mayor omnisciente: basta y sobra con las ganas de joder.
Evidencias de ese totalitarismo de bajo presupuesto son la Cuba empobrecida y miserable de los Hermanos Castro, así como la Nicaragua infernal de los Ortega. Venezuela tiene al Sebin, pero ninguno de estos tres países representa al Estado hipertrofiado que todo lo ve y lo sabe (aunque estos gobiernos se enteran de muchas cosas por la cultura de la delación y el enfoque de los pocos recursos estatales en espiar y reprimir).
Vaya, ni siquiera el gobierno soviético se enteraba de todo. En el caso de Sheinbaum le es suficiente con sus afanes y los facilitadores de sus objetivos, que son tanto lacayos del gobierno como normalizadores externos.
Cartel titulado Bajo la bandera de Lenin, bajo el liderazgo de Stalin – ¡hacia la victoria del comunismo! Autor: Toidze, Iraklii Moiseevich
De hecho, el control se da en el lenguaje y el pensamiento. No hablamos de algo en la fantasía: como explica Roger Scruton, en Europa ya se tiene un tipo de neolengua, a semejanza a la de Oceanía, el estado totalitario de 1984.
De manera semejante, el estado orwelliano de Sheinbaum está en proceso. Las evidencias están a la vista. En apenas dos días, Sheinbaum humilló a Claudio X. Gónzalez Laporte, el periodista Humberto Padgett fue arrestado por petición de la fiscalía de la Ciudad de México —y, en consecuencia, pidió asilo a Estados Unidos—, Carlos Loret y Víctor Trujillo son investigados por la Unidad de Inteligencia Financiera, se confirmó que la Guardia Nacional pasará a estar bajo el mando de la Sedena y, como cereza del pastel, la virtual presidenta nombró como consejera jurídica a la fiscal que encarceló a una mujer mayor por un delito que no existe en la ley.
Esto no se quedará en el caos legal causado por la reforma judicial que viene. Como señaló Enrique Krauze, si «el Congreso somete al Poder Judicial y al INE (además de destruir a los órganos autónomos), no quedará más límite que la ya mermada libertad de expresión. Sin ella, transitaremos a una dictadura».
Pues bien, el régimen está a 100 días de consolidar la dictadura y quien tiene poder total lo ejerce totalmente. ¿Por qué el obradorato se contentaría con ejercerlo parcialmente? Esta nueva edición de la autocracia no tiene los contrapesos internos del priismo histórico, ni cuenta con un círculo negro como al que pertenecía Fidel Velázquez. Por ello, no resulta razonable creer que el oficialismo actual repita el comportamiento restringido de un sistema que sí tenía controles internos.
Existe la tentación de exagerar el optimismo respecto al nuevo régimen y sobresimplificar lo que pasa. Lo cierto es que no hay una sola señal —ni razones— para creer que no vamos hacia un estado totalitario, como el descrito por George Orwell en su novela 1984.
Si alguien ha leído algo más que las cubiertas de la novela de Orwell, sabe que en su distopía se destruye mentalmente al enemigo, no se le fusila para hacerlo mártir, se le convierte en un adorador del Hermano Mayor. Un primer paso en ese camino se encuentra en los comentaristas que incluso han defendido la competencia profesional de Ernestina Godoy, a pesar de su trayectoria de ilicitudes, incluso algunas anuladas por la Suprema Corte. Todo estado tiene la capacidad de presionar a los medios, censurar, amenazar con el fisco y espiar, la diferencia se encuentra en el uso de estas herramientas. Como relaté en Twitter, los represores soviéticos no se distinguían por su finura, talento o competencia: eran brutos y brutales, no muy diferentes de los represores mexicanos.
El camino a la dictadura ahí está y no desaparecerá porque algunos quieran cerrar los ojos a su existencia.